CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco realizó este sábado un viaje maratoniano a Campania, una región del sur de Italia en la que tradicionalmente ha operado la mafia local, la Camorra, para denunciar con firmeza que "la corrupción es sucia" y que "una sociedad corrupta apesta".
En
uno de los discursos más duros que se le recuerdan, Jorge Bergoglio no
tuvo contemplaciones con los napolitanos al instarles a reaccionar "con
firmeza contra las organizaciones" criminales para que "el mal no tenga
la última palabra".
Pero el pontífice argentino también tuvo palabras contra los criminales, a los que pidió que se conviertan y que "se dejen invadir por el amor y la justicia".
La
visita comenzó cuando Bergoglio aterrizó en Pompeya y fue recibido con
gritos y aplausos de miles de personas, que se congregaron en torno al
Santuario para verle y orar junto a él a la Virgen María durante poco
más de media hora.
Después el máximo representante de la Iglesia Católica
se subió de nuevo al helicóptero que le había llevado a Campania desde
el Vaticano para iniciar, ahora sí, la visita intensa a Nápoles.
Su
primer acto en la ciudad napolitana se celebró en el barrio de Scampía,
una de las zonas con los índices de pobreza y criminalidad más altos de
Italia y conocido por su estrecha relación con la mafia.
Aquí,
frente a los niños, jóvenes y demás vecinos del barrio, el obispo de
Roma pronunció un discurso lleno de fuerza, con el que condenó cualquier
actividad delictiva.
"Cuánta corrupción hay en el mundo.
(...) La corrupción es sucia y la sociedad corrupta apesta. Un
ciudadano que deja que le invada la corrupción no es cristiano,
¡apesta!", afirmó Bergoglio.
"Espero que tengan el coraje de ir
hacia delante con alegría, de portar hacia delante la esperanza, de ir
por el camino del bien y no por la del mal. (...) De ir hacia delante
limpiando la propia alma, el alma de la ciudad y de la sociedad para que
no exista ese olor putrefacto que tiene la corrupción", agregó.
Rodeado
de decenas de niños que coreaban su nombre y que interrumpieron en
alguna ocasión su discurso, Bergoglio se refirió a Nápoles como una
ciudad en la que "se ha intentado crear una 'tierra de nadie', un territorio en manos de la llamada microviolencia" en el que el día a día está lleno de dificultades y de "duras pruebas".
Unas
complicaciones que sirven para crear "una cultura de vida que ayuda a
levantarse después de cada caída, que ayuda a lograr de alguna manera
que el mal no tenga la última palabra".
Esperanza fue la palabra
más repetida por el octavo jefe del Estado del Vaticano en su paso por
Nápoles, una esperanza que, dijo, eleva el alma.
Tras su visita a Scampía, el Papa Francisco se dirigió en coche hasta la Plaza Plebiscitos
para celebrar una multitudinaria misa en la que también hizo un
llamamiento a los jóvenes para que reaccionen "contra las
organizaciones" criminales y que "la corrupción y el crimen no
desfiguren el rostro" de la ciudad sureña.
"Queridos napolitanos,
viva la esperanza, no se dejen robar la esperanza. No cedan a la
tentación del dinero fácil y de los ingresos deshonestos. Esto es pan
para hoy y hambre para mañana", afirmó.
"Esto no trae nada bueno. Reaccionen con firmeza contra las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico tráfico de drogas y otros crímenes", prosiguió.
Asimismo,
el sucesor de San Pedro en la Tierra pidió "a los criminales y a sus
cómplices" que se conviertan y se dejen "invadir por el amor y la
justicia, por la misericordia de Dios".
"Es posible regresar a una vida honesta.
Se lo piden también las lágrimas de las madres de Nápoles, mezcladas
con aquellas de (la Virgen) María. (...) Que estas lágrimas fundan la
dureza de los corazones y lleven a todos de vuelta al camino del bien",
señaló.
Ya en la tarde, el pontífice almorzó con un grupo de
presos de la cárcel de "Giuseppe Salvia" de Poggioreale, entre los que
había transexuales y enfermos de SIDA, conversó con algunos enfermos y
mantuvo un encuentro con los religiosos de la ciudad.
La visita concluyó con una reunión con jóvenes y familias de Nápoles en
el paseo marítimo Caracciolo de Nápoles, donde abordó temas como la
eutanasia, la crisis, el desempleo juvenil o la marginación de los
ancianos en la sociedad.
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