martes, 2 de agosto de 2011

En Israel también hay “indignados”

TEL-AVIV.- Los jóvenes están acampados en las plazas, los médicos de huelga general, los produc­tores de leche se manifiestan, los padres prepa­ran una protesta contra los precios de la comida para bebés y un grupo ha convocado una huelga general en Facebook: el calor no hace retroce­der a los “indignados” de Israel.

En los últimos días se han incrementado las llama­das a la dimisión del primer ministro, Benja­mín Netanyahu, quien canceló una visita ofi­cial a Polonia para hacer frente a los con­flictos que se multiplican bajo su mirada sin que apenas tenga tiempo de reaccionar. Ahora ­pre­sen­tó su plan de reforma de la vivienda para tra­tar de abaratar los precios, con unas medidas que a los acampados les parecen insuficientes.
Los campamentos de jóvenes “indignados”, que han surgido en las principales ciudades del país encabezados por el del bulevar Rothschild en Tel Aviv, se extendieron a otras dos locali­da­des en el sur en una ola de protesta que no tiene visos de amainar pronto.
Según una encuesta difundida por el diario Haaretz, el 87% apoya las quejas y un 54% no está satisfecho con la forma en que Netanyahu está haciendo frente a la crisis de la vivienda.
Otro colectivo que está echando el resto para que el Gobierno se ocupe de sus problemas es el de los médicos, que también tienen en su mira a Netanyahu, quien ocupa la cartera de Sanidad además de la de jefe del gabinete. Los facultativos llevan a cabo una huelga parcial en los quirófanos, que funcionarán solo para in­ter­ven­ciones quirúrgicas urgentes y tratamientos oncológicos.
Una veintena de representantes de la Asociación de Médicos avanza a pie bajo temperaturas cercanas a los cuarenta grados en una marcha desde su sede, a las afueras de Tel Aviv, hasta Jerusalén, y el presidente de la orga­nización ha iniciado una huelga de hambre. Exigen mil puestos de trabajo para médicos, un millar de camas más en hospitales, un incre­men­to salarial para los residentes, la re­duc­ción de turnos y la mejora del sistema sanitario en la periferia.
Batas blancas, camisetas verde-quirófano y estetoscopios llenaban la acera frente a la residencia del primer ministro, al que el Presi­dente de la Knesset, Reuven Rivlin, instó a inter­venir para resolver el conflicto. Los tribu­nales han bloqueado el intento del gobierno de forzar a los médicos a volver a sus puestos de trabajo y aceptar un proceso de arbitraje, y cientos de facultativos bloquearon la en­trada a la ciudad de Ashkelon.
Por su parte, los granjeros también tomaron la calle para denunciar la propuesta de reforma del mercado de los lácteos, una medida tomada de prisa para acabar con semanas de protestas de los consumidores contra los precios de esos productos en la conocida como la “guerra del cottage (requesón)”. Se oponen a la apertura a la importación y a la rebaja de los precios tasados, por temor a que reduzca sus márgenes, y exigen subsidios al campo.
Finalmente, los padres de niños pequeños han iniciado también su propia lucha contra el elevado precio de los productos de consumo infantil y han anunciado que se manifestarán en Tel Aviv, cargando con sus bebés y con globos amarillos atados a sus carritos. Exigen control de los precios de productos de primera nece­sidad para bebés, la extensión de los permisos por maternidad (en la actualidad de tres meses), que no se cobre en los autobuses públi­cos por los carritos y que sean desgra­vables los gastos de guardería.
Sin duda, las redes sociales han sido el motor de buena parte de estas protestas, al faci­li­tar a los “indignados” ponerse en contacto y difundir iniciativas. Esta semana se creó un grupo en Facebook que llama a celebrar una huel­ga general el 1º de agosto; en tan solo unos días, más de 4.000 personas se han registrado y aseguraronn que no irían a trabajar en esa fecha.
Paradójicamente, Israel casi no resultó afec­tado por la crisis financiera internacional, man­tiene un vigoroso crecimiento económico y en el mes de julio alcanzó su nivel más bajo de de­sem­pleo en dos décadas, con solo un 5,7 por ciento.
La clase media secular siente que a pesar de ser la que trabaja, sirve en el Ejército y paga impuestos —algo que no hacen otros colec­tivos como el creciente grupo ultraortodoxo— es empujada cada vez más abajo por el cons­tante aumento de los precios y el estanca­miento salarial.
"Bibi: estudiamos, trabajamos, vamos al Ejército y a las milicias, pero no podemos llegar a fin de mes", dice una pancarta colocada en una de las carpas que se levantan en la improvisada acampada del Parque de la Independencia de Jerusalén, frente al Consulado de Estados Unidos y a sólo 200 metros de la residencia del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu.
Decenas de miles de ciudadanos fatigados por sus graves problemas económicos han dicho basta con manifestaciones que se han celebrado en las grandes ciudades israelíes, y en localidades menores, para denunciar un sistema que ni les satisface ni les permite vivir dignamente. "El pueblo exige justicia social" ha sido la consigna más coreada en todas las concentraciones.
Efraim Davidi, profesor de Historia Económica y Social en la Universidad de Tel Aviv y miembro del comité central del Partido Comunista, cree que está asistiendo a "la mayor lucha social en la historia de Israel". En su opinión, lo que está ocurriendo es algo inédito, aunque no sabe adónde conducirá ni quiere hacer pronósticos.
La amplitud de la protesta crece día a día y en el último año el Gobierno de Netan-yahu ha elaborado nada menos que siete planes para la vivienda. Sin embargo, las protestas ya han superado ese problema. Los médicos están en huelga desde hace cien días. Los trabajadores sociales también se han parado. Un sector del funcionariado no acude a sus lugares de trabajo y los acontecimientos parecen superar al Ejecutivo, que sigue enfrascado en solucionar el problema de la vivienda.
Davidi relaciona lo que está sucediendo con la plaza de Catalunya, la Puerta del Sol o la plaza Sintagma de Atenas. "El peso de las protestas lo están llevando a menudo las clases medias y bajas que tienen empleo pero se quejan de su miserable remuneración".
Una activista israelí que estuvo con los indignados de la Puerta del Sol ha copiado numerosas técnicas en la organización de las protestas de Tel Aviv. Se ha importado la democracia directa, la forma de hacer las asambleas por la tarde para establecer el programa del día siguiente e incluso la forma de hablar y de gesticular.
"La principal diferencia con Madrid y Barcelona es que aquí los manifestantes han acogido a los políticos de la izquierda, y no los han rechazado", comenta el profesor Davidi.
Los "indignados" que protagonizan la mayor protesta social de la historia de Israel preparan ahora un documento con sus demandas para presentárselo al primer ministro, Benjamín Netanyahu, informa el diario "Haaretz".
El texto está siendo elaborado por los líderes del movimiento reivindicativo, iniciado el pasado día 14 con una acampada en Tel Aviv por los precios de la vivienda y que ha ido ganando seguimiento entre diversos sectores de la población.
También participan representantes estudiantiles y otros grupos de activistas.
Economistas y otros expertos han sido consultados para formular una serie de demandas en los ámbitos de vivienda, asistencia social, educación, salud y política económica.
Las reivindicaciones se presentan junto con su coste estimado para el Estado para defender que los beneficios de su aplicación superan los gastos iniciales, según el borrador obtenido por el rotativo.
Los "indignados" quieren una enmienda a la ley de edificación que obligue a los contratistas a construir "viviendas asequibles", una reducción gradual de los impuestos indirectos, la revaluación de los procesos de privatización en proceso y un aumento del salario mínimo interprofesional a la mitad del salario medio, actualmente 8.698 shekels (1.766 euros o 2.542 dólares).
También figura entre sus demandas un aumento de los inspectores de trabajo, bomberos, policías, profesores y trabajadores sociales y una reducción del número de alumnos por aula.
Netanyahu anunció ya el domingo la creación de un equipo ministerial para negociar con los "indignados", un día después de que 150.000 personas salieran a las calles en la mayor manifestación no vinculada al conflicto de Oriente Medio de la historia del país.
El primer ministro no quiere recibirles ni negociar con ellos porque está "convencido" de que "actúan puramente por motivos políticos" con el objetivo de forzarle a dimitir, según indicó al rotativo una fuente sin identificar que habló recientemente con él.
Quien sí lo ha hecho, ahora, es el presidente del país, Simón Peres, quien les alabó y aseguró que su protesta no es "artificial", sino "genuina y muy seria".
"Lo que más me ha impresionado es vuestra inocencia. Os creo (...) Creo también que la mayoría de la población está sorprendida por la seriedad del problema. La impresión general es que la clase media puede apañárselas. No sabían cuán serio es el tema", señaló.
El presidente israelí aseguró que la protesta ha "ganado los corazones de la gente" porque no recurre a la violencia y, por tanto, "honra a la democracia".
En la entrevista, el presidente del colectivo de estudiantes, Itzik Shmuli, insistió en que la movilización "no es un asunto personal ni tiene un agenda política oculta", sino que busca únicamente "persuadir al Gobierno de que pase de una economía ligeramente agresiva a algo más humano, de mirar a los números a mirar a las personas".
"Lo que todos tenemos en común es que, al final, queremos ver Israel como nuestra casa. Estamos luchando por el derecho a construirnos un futuro en Israel", agregó.
Dafni Lif, la iniciadora de la protesta, insistió en que no sólo defienden los intereses de la clase media, sino también de los sectores de población más vulnerables, y que la sociedad israelí "ya no se avergüenza de que le cuesta salir adelante".
La protesta también cuenta ahora con el apoyo público del escritor Premio Príncipe de Asturias Amos Oz, quien en un carta abierta publicada en "Haaretz" denuncia el giro económico experimentado por Israel desde los años ochenta, que acabó con la sociedad más igualitaria de las tres primeras décadas de existencia del Estado.

No hay comentarios: