Es extraordinario que el Rey, que podría estar viendo el fútbol en La Zarzuela, tenga todavía la fuerza y el coraje de irse a África a cazar. Un rey que no dispara no es un rey ni es nada, y es muy de agradecer que en estos tiempos tan grises y extraviados nuestro monarca dé ejemplo y esperanza yéndose nada menos que a Botsuana a cazar.
En el corazón del África oscura y selvática, el tiro certero y real de don Juan Carlos. Salve, Majestad.
La figura real crece en esplendor y en nobleza al lado de un elefante abatido. ¡Qué buen disparo!. En mala hora resbaló y han tenido que operarle. Gajes del oficio. Pero a un hombre no se le juzga por las veces que cae sino por las veces que es capaz de levantarse y no tengo ninguna duda de que cuando don Juan Carlos se recupere de este percance volverá a disparar, volverá a hacer de Rey y de Borbón, y a estar a la altura de su insigne estirpe, regia e incontestable.
Queremos reyes que disparen, aunque a veces resbalen. Y también que sus nietos disparen, aunque se hieran el pie: forma parte del aprendizaje. Los reyes y sus familiares tienen que cazar y que montar a caballo, dar grandes fiestas, y protagonizar de vez en cuando algún escándalo de faldas. El príncipe Carlos, príncipe modélico y fantástico, cazaba el zorro hasta que se lo prohibieron y se divorció de Diana para poderse casar con Camila, a quien le dedicó una de las declaraciones de amor más sinceras y hermosas que jamás he escuchado: "Me gustaría ser tu támpax".
Algún lío con el servicio es también deseable, bienaventuradas las intrigas de palacio. Doncellas y mayordomos, mozos de las caballerizas, camareras que se hacen las despistadas. De todo esto están hechas las monarquías, y por todo ello son tan admiradas.
Aunque ahora le duela el pie, hay que celebrar que Froilán esté ya iniciándose en el disparar, porque el Rey es él y su familia, y es preciso y deseable que ha desde pequeños sean instruidos en el manejo de las armas. La vida de clientes de Ikea y Zara que en cambio llevan don Felipe y la periodista da para muy pocas alegrías y es imposible admirarla.
Un rey que no cace es a la monarquía lo que la peluca al pelo. La caza es una de las mejores metáforas de la distinción y de la virilidad.
Mucha gente ha aprovechado para hacer mofa de la Casa Real a propósito de Froilán y ahora de don Juan Carlos. Son vidas pequeñas destruidas por la envidia y la bajeza, vidas secuestradas por el facilismo e incapaces de comprender la grandeza. El cinismo corrompe los buenos propósitos y seca el alma.
En el corazón del África oscura y selvática, el tiro certero y real de don Juan Carlos. Salve, Majestad.
La figura real crece en esplendor y en nobleza al lado de un elefante abatido. ¡Qué buen disparo!. En mala hora resbaló y han tenido que operarle. Gajes del oficio. Pero a un hombre no se le juzga por las veces que cae sino por las veces que es capaz de levantarse y no tengo ninguna duda de que cuando don Juan Carlos se recupere de este percance volverá a disparar, volverá a hacer de Rey y de Borbón, y a estar a la altura de su insigne estirpe, regia e incontestable.
Queremos reyes que disparen, aunque a veces resbalen. Y también que sus nietos disparen, aunque se hieran el pie: forma parte del aprendizaje. Los reyes y sus familiares tienen que cazar y que montar a caballo, dar grandes fiestas, y protagonizar de vez en cuando algún escándalo de faldas. El príncipe Carlos, príncipe modélico y fantástico, cazaba el zorro hasta que se lo prohibieron y se divorció de Diana para poderse casar con Camila, a quien le dedicó una de las declaraciones de amor más sinceras y hermosas que jamás he escuchado: "Me gustaría ser tu támpax".
Algún lío con el servicio es también deseable, bienaventuradas las intrigas de palacio. Doncellas y mayordomos, mozos de las caballerizas, camareras que se hacen las despistadas. De todo esto están hechas las monarquías, y por todo ello son tan admiradas.
Aunque ahora le duela el pie, hay que celebrar que Froilán esté ya iniciándose en el disparar, porque el Rey es él y su familia, y es preciso y deseable que ha desde pequeños sean instruidos en el manejo de las armas. La vida de clientes de Ikea y Zara que en cambio llevan don Felipe y la periodista da para muy pocas alegrías y es imposible admirarla.
Un rey que no cace es a la monarquía lo que la peluca al pelo. La caza es una de las mejores metáforas de la distinción y de la virilidad.
Mucha gente ha aprovechado para hacer mofa de la Casa Real a propósito de Froilán y ahora de don Juan Carlos. Son vidas pequeñas destruidas por la envidia y la bajeza, vidas secuestradas por el facilismo e incapaces de comprender la grandeza. El cinismo corrompe los buenos propósitos y seca el alma.
El Rey fue en África símbolo y representación de la libertad y la democracia abriéndose y camino y disparando contra la naturaleza brutal y desordenada. El eco de sus disparos es música de Bach, culta y refinada, frente al tam-tam tribal y arbitrario.
Que pronto se recupere, Señor, le deseo, y que por muchos años siga guiándonos.
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