BRUSELAS.- La evolución de la crisis económica y su gestión por los poderes
comunitarios está minando la confianza en el proyecto europeo, hasta el
extremo de que un país como España, históricamente entregado a la idea
europeísta, es el más decepcionado por la Unión Europea, junto a la
endémicamente euroescéptica República Checa. Ahora mismo, apenas supera
la mitad el número de españoles que cree que la pertenencia a la UE ha
sido buena para el país. A escala comunitaria, el euro no termina de ser
amado por unos europeos que lo ven como un mal menor: prefieren
continuar con él a perderlo.
El sondeo, realizado los pasado meses de marzo y abril en ocho países
europeos (Alemania, España, Francia, Italia, Grecia, Polonia, Reino
Unido y República Checa) por el Pew Research Center dentro de su programa de análisis sobre actitudes de la opinión pública,
demuestra que la crisis ha desencadenado otra de confianza popular,
desconfianza en la economía, en el futuro, en los beneficios de la
integración económica europea, de la pertenencia a la UE. “La gente
tiene miedo de todo”, dice Bruce Stokes, director del proyecto de Pew en
la presentación del estudio en Bruselas.
Solo uno de cada tres europeos de los ocho países analizados cree que
la integración económica de la Unión ha reforzado su propia economía
nacional, lo que hace que la mayoría de las opiniones sean negativas. En
España, la mitad de los consultados piensa que la economía española ha
salido perdiendo con la integración económica europea.
Y la moneda única, como encarnación de ese proyecto de unión, no
consigue ser vista positivamente en ninguno de los cinco países de la
eurozona consultados. Solo el 37% de media la considera bien,
exactamente el porcentaje que corresponde a España, donde el 41% de la
población cree que el euro ha sido un mal negocio. Los otros tres países
sondeados que conservan su propia divisa muestran holgadas mayorías a
favor de seguir con ellas.
Si en España el apoyo al euro cae a ojos vista (9% en tres años), al
menos se le acepta con resignación: el 60% de los españoles quiere
seguir con la moneda única, un porcentaje de apoyo más alto que en
Italia, pero inferior al de Grecia, Francia o Alemania. A Stokes le
llama la atención esta aparente contradicción de los europeos de recelar
del euro y no querer perderlo, en línea, por lo demás, con lo que
muestran otros sondeos. “Desconocemos el porqué”, dice. “Quizá la gente
piensa que desprenderse del euro y volver a la moneda nacional es un
salto en el vacío”.
El estudio revela que las dudas sobre la integración europea han
llevado a muchos europeos a cuestionar la pertenencia de su país al club
comunitario. El 67% de los españoles que en 2009 creía que era bueno
estar en la UE es hoy solo el 54%, todavía una mayoría que no se da en
los restantes países (solo el 40%, en el caso de Italia, país fundador).
La excepción es Alemania, donde la eurofilia crece y alcanza a dos de
cada tres germanos. Con todo, nadie bate a la República Checa en
frialdad ante la UE: apenas un 23% de apoyo, por debajo incluso del 30%
de los británicos, que pasan por ser los euroescépticos por antonomasia.
La propia imagen de la UE, como representación institucional del
proyecto europeo, pierde brillo, y en ningún país más que en España,
donde en un lustro se ha pasado del 80% de opiniones favorables al 60%,
una pérdida de aprecio del 20% solo igualada por la República Checa. El
Banco Central Europeo es visto generalmente con malos ojos por los
europeos, con los griegos a la cabeza (80% de rechazo), seguidos de los
españoles (65%).
El sondeo de Pew revela que Alemania y Grecia son los dos polos de la
actual Unión Europea. Sobre Alemania y los alemanes, incluida su
canciller, hay una extendida opinión favorable (el país más admirado, la
dirigente más respetada, los más trabajadores, los mayores partidarios
de la integración económica y de la UE, los menos corruptos) frente a
una Grecia sobre la que nadie tiene buena opinión, excepción hecha de
los propios helenos. De hecho, solo alemanes y británicos son más
nacionalistas que los griegos, según el sondeo.
España tiene el enemigo en casa. De los ocho consultados es el país
que peor opinión tiene de sí mismo. La idea positiva que sobre España
guarda el 45% de los españoles se dispara hasta el 76% cuando se
pregunta sobre España a los polacos, seguidos del 74% de los británicos,
el 72% de los griegos y el 71% de alemanes y franceses. En contra de la
idea extendida, los italianos son los que menos aprecian a los
españoles (59%) en justa correspondencia con el 58% de españoles que
tienen una buena impresión de Italia (los italianos, con el 57%, también
son los que peor opinión tienen de sí mismos).
Sobre dos cuestiones candentes, austeridad y rescate, hay divisiones
entre los europeos. Españoles (43%) y checos (45%) creen que los
recortes presupuestarios dictados por sus respectivos Gobiernos han ido
más allá de lo debido. Griegos (91%), españoles (90%) e italianos (79%)
están muy a favor de que las instituciones de la UE acudan en socorro
financiero de los países que atraviesan dificultades. En Alemania, cuya
canciller más trabas pone a estos rescates, la opinión pública está
divida en dos mitades iguales (49% a favor, 48% en contra).
La idea de los rescates está en flujo y reflujo, sin terminar de
consolidarse. Hace dos años, el 53% de la opinión pública francesa
estaba por la solidaridad; hoy el 56% se opone a las ayudas (el sondeo
fue realizado antes de la llegada de François Hollande al Elíseo). En
Alemania, el cambio ha sido para reforzar a los partidarios de ayudar,
que del 42% en 2010 han pasado al 49%, modificación que Pew atribuye al
hecho de que los alemanes tienen mejores sensaciones sobre su propio
economía.
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