Acabo de escribir una columna para maspublico, un periódico "libre y profesional" con el que colaboro y que recomiendo, claro, sobre la accidentada apertura solemne de curso de las Universidades públicas. La he puesto en relación con el Estado de movilización permanente.
Esto es con lo que el gobierno ha de lidiar, él tan amante de los
toros. Estará encantado. Tiene prácticamente el país entero en contra,
excepción hecha de los curas, aunque supongo que los cristianos de base
ya estarán preparando alguna de sus llantinas colectivas acerca de qué
mala es la jerarquía que no se pone del lado de los pobres como ordena
Cristo.
Los mineros, los
funcionarios, los parados, los activos, los enfermos, los sanos, los
jubilados y los por jubilar, los científicos, las mujeres, los gays, los
jornaleros, los médicos, los catalanes, los vascos y ahora, por tener,
tiene en contra su propio partido, en el señero tanto monta monta tanto
Esperanza como Oreja. A los etarras, desde luego, no se los ha ganado y
las asociaciones de víctimas están en pie de guerra. Y él, por su lado,
ha fingido ignorar las reiteradas ofertas del PSOE de compartir el peso
de la cruz. Con lo cual está literalemte solo ante el peligro.
Se
le ha sublevado la sociedad cada cual por su lado. El nacionalismo no
español cobra nuevos bríos y esos mismos han conjurado de nuevo a la
vida a un espadón del XIX que amenaza con invadir Cataluña o bombardear Barcelona si hay intento de secesión.
Bajo su infeliz apariencia de hombre sin atributos,
al estilo de Musil, Rajoy ocultaba un temperamento autoritario,
inclinado a gobernar por decreto-ley, a no escuchar a nadie ni a dar
explicaciones de nada, tendente a escurrir el bulto y consagrar sus
apariciones públicas a ceremonias de Estado. Es un autoritarismo
positivista: las normas valen porque son normas, no porque sean justas.
En aplicación de este lamentable criterio, la mayoría absoluta de que
dispone Rajoy le permite prescindir del Parlamento sin faltar a la ley. Y
lo hace.
Pero de lo que no puede
prescindir es de la sociedad, porque solo cuenta con el 30 por ciento
del voto (ahora, seguramente menos por la oposición interna que también
padece) frente al 70 por ciento que no lo ha votado. Un treinta por
ciento del voto no autoriza a cambiar por decreto la legislación del
aborto, ni el sistema educativo de raíz, sino que obliga a consensuar y
negociar. Salvo que lo que se busque sea precisamente una situación de
oposición generalizada que conduzca al caos y permita justificar una
solución de Espadón. A este, en concreto, convendría mandarlo allí en donde no pueda hacer daño.
La
sociedad española está polarizándose en exceso. La crisis, ya
prolongada, fomenta la crispación, el nerviosismo, la agresividad. Y
todo eso no ayuda a salir del hoyo sino al contrario. La polarización es
porque aumenta la radicalidad en los dos polos a través de una conocida
dinámica de acción-reacción muy peligrosa. El gobierno no puede seguir
siendo tan descaradamente el gobierno de una minoría en contra de la
mayoría de la sociedad porque la movilización social permanente puede
acabar en un estallido social.
Hasta
el PSOE, la pesada galera de la izquierda, parece salir del letargo o
del noqueo del tortazo del 20N y largar vela. Ocho meses ha llevado a
Rubalcaba entender que a su colega diputado se le ha subido el laurel a
la cabeza, ya se ve como césar invicto y no tiene por qué negociar con
la plebe. Veloz no es el chaval; pero será seguro. Ahora, un puñado de
díscolos conmilitones está escorando la nao a la izquierda y hacia ahí
parece orientarse. Menos mal. Aunque conviene que se pongan rápido al
día porque venir ahora quejándose de que Rajoy no es un hombre de palabra
no dice mucho sobre la rapidez de juicio de quien lo hace.
Efectivamente, no es es de palabra; de una sola palabra; es de muchas,
infinitas, según sople el viento.
La función del PSOE no es explicar al mundo lo que el mundo ya sabe, sino exponer qué entiende en concreto por una alternativa socialdemócrata de izquierda tanto dentro como fuera del país, cómo piensa llegar a ella y cuáles son las capacidades con que a su juicio cuenta el PSOE ahora mismo para conseguirlo. Muy sencillo.
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