RABAT.- A diferencia de otros dirigentes árabes que fueron
retados en las calles por su población a principios del año pasado, el
rey Mohamed VI reformó rápidamente la Constitución de Marruecos, celebró
elecciones y permitió que un partido islamista dirigiera el Gobierno.
Su respuesta sofocó el fermento de ira popular, fue
alabada en Occidente y pareció colocar a Marruecos en una vía más
democrática, pero 20 meses después no está claro cuánto poder ha
cambiado de manos en realidad.
Le Matin, un diario en francés partidario del sistema,
sigue dedicando su primera docena de páginas a las actividades del
monarca y sus asesores antes si quiera de hacer mención del gobierno
electo.
El primer ministro islamista, Abdelilá Benkirane, sigue
teniendo su despacho en el enorme recinto del palacio real de Rabat.
Por ahora, su Partido para la Justicia y el Desarrollo
(PJD), cuyo éxito en los comicios de octubre de 2011 lo llevó al poder
por primera vez, insiste en que la cohabitación funciona.
"Marruecos es una excepción en la región", dijo el ministro de Communication, Mustafa el Jalfi. "Hemos
conseguido desarrollar una tercera vía entre la revolución y el viejo
sistema de gobierno: reformar dentro de la estabilidad y la unidad".
De acuerdo con la nueva Constitución, Mohamed VI - que
basa gran parte de su legitimidad en el título histórico de "comendador
de los creyentes" como descendiente del profeta Mohama - mantiene el
control del Ejército, la seguridad y las cuestiones religiosas, mientras
que el Parlamento legisla y el Gobierno dirige el país.
"Instituciones clave consagradas en la Constitución
están tomando vida", dijo un diplomático occidental sobre las reformas.
"El margen del debate está cambiando. La gente ve parte del proceso".
Sin embargo, después de dos décadas de reformas que
comenzaron al final del reinado del fallecido Hassan II, padre de
Mohamed, no todos los marroquíes están convencidos de que el Palacio
haya aflojado tanto su control.
"La monarquía tiene un instinto de supervivencia muy
fuerte", dijo el historiador marroquí Maati Monjib. "La táctica oficial
es divide y vencerás, y ha sido sistemática durante unos 400 años".
Tras la inestabilidad de los levantamientos de la
Primavera Árabe el año pasado, el Gobierno del PJD que llegó al poder en
enero obtuvo cierta influencia real, afirmó. Pero para agosto, el rey y
sus asesores se sintieron lo suficientemente fuertes como para
recuperar algunos de sus "poderes tradicionales, no constitucionales".
El PJD se arriesga a perder credibilidad con sus
seguidores islamistas al llegar al gobierno y comprobar que la verdadera
autoridad está en otro lugar, como le ocurrió a un partido socialista
en la oposición en los años 90.
"Aún no llevan un año en el poder, pero lo que han
anunciado no es alentador", dijo el economista Najib Akesbi. "Se han
pegado al régimen. La historia se repite".
Jalfi, que también es portavoz del Gobierno, contestó
que es normal que los partidos que llegan al poder pierdan cierta
popularidad, y que su partido apoyó la monarquía incluso cuando estaba
en la oposición.
"Creemos en el papel histórico crucial de la monarquía
de defender la unidad y la estabilidad y encabezar las reformas
necesarias".
Puede que la posibilidad de que haya levantamientos
populares a corto plazo haya perdido fuerza, pero las tensiones sociales
y económicas permanecen en un país con grandes disparidades de ingresos
y lo que Jhalfi califica de décadas de corrupción.
Otros problemas son el paro, la pobreza, la sanidad y
el analfabetismo, afirmó, que requieren de inversiones y una buena
gobernanza.
Dependiente de las importaciones de combustible y de
cereales, la economía ha padecido por la recesión en Europa, que ha
reducido el turismo y las transferencias de los marroquíes que viven en
el exterior, muchos de ellos en España.
Marruecos está en el puesto 130 de 187 países en el
Índice de Desarrollo Humano de la ONU y el 56 por ciento de su población
adulta - de un total de 32 millones de habitantes - es analfabeta. Las
ayudas para comprar alimentos y combustibles absorben anualmente 54.000
millones de dirham (unos 4.600 millones de euros), lo que supone el seis
por ciento del Producto Interior Bruto.
Pocos discuten que los subsidios son un despilfarro que
beneficia más a los que menos lo necesitan, pero quitarlos es una
patata caliente y podría ser muy impopular - entre los pobres escépticos
con las compensaciones económicas prometidas, entre la clase media
porque tendría que pagar más y entre los empresarios porque se han
aprovechado del azúcar, la harina y la energía muy baratas.
Marina Ottoway, del centro de estudios Carnegie
Endowment for International Peace sugiere que Palacio podría permitir al
Gobierno intentar una eliminación gradual de los subsidios.
"Si hubiera problemas con el cambio, la ira de los
ciudadanos y la culpas se echarían al Gobierno, mientras que Palacio se
libraría de un viejo problema sin tomar riesgos", escribió.
Disturbios ocasionales, la mayoría por reivindicaciones
económicas, siguen estallando en el país. Incluso los jueces, no
conocidos por su activismo, llevaron a cabo una sentada el mes pasado
fuera del Tribunal Supremo, donde unos 1.000 demandaron mayor
independencia para el sistema judicial.
El laico Movimiento 20 de Febrero, que impulsó las
protestas de 2011, sigue existiendo pero las autoridades son menos
tolerantes con las protestas desde el referéndum que aprobó las reformas
constitucionales. Muchos jóvenes activistas se han refugiado en
Internet.
Además hay dos tendencias islamistas significativas
fuera de la política permitida. Los salafistas ultraortodoxos, un grupo
minoritario con un atractivo creciente en las barriadas más pobres de
las grandes ciudades, están debatiendo si dejan su rechazo ideológico a
la política y siguen a sus homólogos egipcios, que formaron un partido
político tras la caída de Mubarak que tuvo un buen resultado electoral.
Además, Al Adl wal Ihsan (Justicicia y Caridad) tiene
un formidable movimiento de base que primero apoyó las protestas de la
juventud el año pasado pero luego se retiró por las reticencias con sus
aliados laicos.
El rey viajó por los países del golfo Pérsico el mes
pasado para conseguir ayuda e inversiones de los monarcas tan
preocupados por las revueltas del año pasado que invitaron al lejano
Marruecos y a Jordania a unirse a su club regional, el Consejo para la
Cooperación del Golfo.
Mohamed VI, el mayor accionista en una economía de
95.000 millones de dólares, está implicado en muchos sectores, desde las
telecomunicaciones a minería de metales preciosos, banca y cementeras.
Esta combinación de poder político e intereses
económicos compromete el objetivo declarado de crear un ambiente
económico competitivo y transparente, sostiene Akesbi.
"Esta monarquía, que gobierna, también hace negocios,
lo que hace que cualquier resultado sea posible - conflictos de
intereses, abusos de poder, nepotismo. Y eso es lo que vemos todos los
días".
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