MADRID.- Ángeles López de Celis tenía 21 años cuando llegó a la Moncloa para trabajar como secretaria del primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez. Luego continuó con Calvo Sotelo, González, Aznar y Zapatero. Guarda de Suárez un recuerdo entrañable.
-¿Cómo recuerda su llegada con Adolfo Suárez a la Moncloa?
-Trabajar con Suárez no sólo fue un honor, a nivel personal también fue todo un lujo. Suárez era un gran político y un hombre muy sencillo, provenía del pueblo, humilde, entrañable, cercano. Y su mujer, doña Amparo, igual. Y sus hijos, muy cariñosos. Todos trabajamos con un valor añadido, que tu jefe te trate bien.
-¿Cuándo le vio por última vez?
-Fue durante un almuerzo en La Moncloa que organizó Aznar en 1996 ó 97 con los expresidentes; Calvo Sotelo vivía, Suárez estaba bien, así que me encontré con mis cuatro jefes. Suárez me abrazó y me preguntó "¿qué tal la tratan?"
-¿Es cierto que contestaba personalmente al teléfono en muchas ocasiones?
-Sí, era todo muy de andar por casa. No había medios ni personal, estábamos en un palacio destartalado y era imposible mantener la intimidad. Estaba todo por hacer. No había móviles, ni ordenadores, una vez a la semana venía el 'falsificador', que imitaba la firma del presidente...
-¿Era espartano a la hora de la comida?
-De una austeridad total, pasaba de la comida, no le producía ningún placer. Tampoco hacía ejercicio, fumaba mucho y dormía muy poco. Pese a todo, estaba en una excelente forma física. Una vez se vio atrapado en una barca solo en plena tormenta, saltó y llegó a la orilla nadando. La gente no daba crédito.
-¿Cómo recuerda su llegada con Adolfo Suárez a la Moncloa?
-Trabajar con Suárez no sólo fue un honor, a nivel personal también fue todo un lujo. Suárez era un gran político y un hombre muy sencillo, provenía del pueblo, humilde, entrañable, cercano. Y su mujer, doña Amparo, igual. Y sus hijos, muy cariñosos. Todos trabajamos con un valor añadido, que tu jefe te trate bien.
-¿Cuándo le vio por última vez?
-Fue durante un almuerzo en La Moncloa que organizó Aznar en 1996 ó 97 con los expresidentes; Calvo Sotelo vivía, Suárez estaba bien, así que me encontré con mis cuatro jefes. Suárez me abrazó y me preguntó "¿qué tal la tratan?"
-¿Es cierto que contestaba personalmente al teléfono en muchas ocasiones?
-Sí, era todo muy de andar por casa. No había medios ni personal, estábamos en un palacio destartalado y era imposible mantener la intimidad. Estaba todo por hacer. No había móviles, ni ordenadores, una vez a la semana venía el 'falsificador', que imitaba la firma del presidente...
-¿Era espartano a la hora de la comida?
-De una austeridad total, pasaba de la comida, no le producía ningún placer. Tampoco hacía ejercicio, fumaba mucho y dormía muy poco. Pese a todo, estaba en una excelente forma física. Una vez se vio atrapado en una barca solo en plena tormenta, saltó y llegó a la orilla nadando. La gente no daba crédito.
-Cuenta usted que familia y política eran su vida.
Cuando yo le conocí ambas le funcionaban estupendamente y estaba feliz,
exultante, pero después lo perdió todo, se vio solo, apartado,
rechazado por todos y luego el drama familiar... Y no sólo perdió a
parte de su familia, también sus personas más cercanas murieron:
Gutiérrez Mellado, Carmen Díez de Rivera, Abril Martorell. Parecía que
estaba maldito
- ¿Sintió más que nadie la soledad del poder?
-Sin duda, no tenía un partido detrás. UCD era un refrito, una formación ficticia.
-¿Amparo Illana sentía celos de Carmen Díez de Rivera?
-La única mujer que ha ocupado la jefatura del gabinete de presidencia aunque a veces la presentaban como secretaria. Era una mujer atractiva, interesante, formada, una tentación para cualquier hombre. Era normal que doña Amparo tuviese celos.
- ¿Pero el matrimonio no se tambaleó?
-No, no. Cada matrimonio es diferente, tiene su modelo de convivencia. Yo he conocido cinco parejas presidenciales y no tenían nada que ver. También eran otros tiempos, en los 70 la mujer no tenía ningún papel político, era religiosa... Hasta Carmen Romero no se nota el cambio del patrón de la mujer de la época franquista.
-Es usted también testigo de la relación de los Suárez con los Reyes.
-También era de andar por casa. La relación de las dos familias era muy buena, la Zarzuela está a tres kilómetros de la Moncloa. Era frecuente que unos y otros pasaran, los fines de semana, en la piscina, por un cumpleaños. El rey y Suárez echaban partidas de billar. He visto al rey muy afectado, normal, ha perdido a un referente de su vida, el rey entonces también tenía que demostrarlo todo. Eran tiempos líquidos.
-¿Dice que el presidente llevaba un bolígrafo- pistola en el bolsillo?
-La seguridad tampoco existía, por medio del complejo pasaban los autobuses y el tráfico. Llevaba un boli-pistola a lo James Bond. Adolfo Suárez no tenía miedo a morir, rompía los anónimos con amenazas. Yo creo que estaba preparado. Lo que temía era un secuestro, era relativamente fácil y él sabía que con su vida no se negociaría.
-¿Cuál fue el peor momento?
-El discurso de despedida fue muy triste. Empezamos a prepararlo el día anterior, había que medir cada palabra, con pena, tristeza y rabia porque nos parecía muy injusta tanta ingratitud. Suárez se sentía obligado a inmolarse. Muchos de los que le demonizaron entonces le alaban estos días.
- ¿Sintió más que nadie la soledad del poder?
-Sin duda, no tenía un partido detrás. UCD era un refrito, una formación ficticia.
-¿Amparo Illana sentía celos de Carmen Díez de Rivera?
-La única mujer que ha ocupado la jefatura del gabinete de presidencia aunque a veces la presentaban como secretaria. Era una mujer atractiva, interesante, formada, una tentación para cualquier hombre. Era normal que doña Amparo tuviese celos.
- ¿Pero el matrimonio no se tambaleó?
-No, no. Cada matrimonio es diferente, tiene su modelo de convivencia. Yo he conocido cinco parejas presidenciales y no tenían nada que ver. También eran otros tiempos, en los 70 la mujer no tenía ningún papel político, era religiosa... Hasta Carmen Romero no se nota el cambio del patrón de la mujer de la época franquista.
-Es usted también testigo de la relación de los Suárez con los Reyes.
-También era de andar por casa. La relación de las dos familias era muy buena, la Zarzuela está a tres kilómetros de la Moncloa. Era frecuente que unos y otros pasaran, los fines de semana, en la piscina, por un cumpleaños. El rey y Suárez echaban partidas de billar. He visto al rey muy afectado, normal, ha perdido a un referente de su vida, el rey entonces también tenía que demostrarlo todo. Eran tiempos líquidos.
-¿Dice que el presidente llevaba un bolígrafo- pistola en el bolsillo?
-La seguridad tampoco existía, por medio del complejo pasaban los autobuses y el tráfico. Llevaba un boli-pistola a lo James Bond. Adolfo Suárez no tenía miedo a morir, rompía los anónimos con amenazas. Yo creo que estaba preparado. Lo que temía era un secuestro, era relativamente fácil y él sabía que con su vida no se negociaría.
-¿Cuál fue el peor momento?
-El discurso de despedida fue muy triste. Empezamos a prepararlo el día anterior, había que medir cada palabra, con pena, tristeza y rabia porque nos parecía muy injusta tanta ingratitud. Suárez se sentía obligado a inmolarse. Muchos de los que le demonizaron entonces le alaban estos días.
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