El bastión andaluz del PSOE va a ser la
primera escaramuza de este año erizado de elecciones. Los presidentes
anteriores eran gentes tranquilas, dadas a la rutina, seguras de su peso
en el partido y el Estado. Sus elecciones autonómicas solían coincidir
con las generales (salvo el astuto desplazamiento de Griñán en las
últimas) porque Andalucía era el Estado y el Estado, Andalucía. Cuando
se acusa a Susana Díaz, la primera presidenta de esta especie de
sultanato socialista del Sur, de ser ambiciosa y de proyectarse como
figura central del partido y del Estado, se olvida que sigue la práctica
anterior.
La
convocatoria de elecciones anticipadas es consecuencia de una crisis
del gobierno andaluz que, según Díaz, se produce por la "radicalización"
de su socio de IU. No es muy feliz el término pero se entiende. Quiere
decir que sus aliados se han puesto imposibles. Ellos afirman lo
contrario y acusan de oportunismo o algo así a la presidenta. También
puede ser, pero se reconocerá que convocar a la militancia a un
referéndum en el verano sobre la continuidad de la coalición de gobierno
no es la forma más convincente de mostrar preocupación por la
estabilidad de ese gobierno.
En
cualquier caso, carece de sentido embarrancarse en una discusión
interminable sobre quién empezó. Toda coalición es un contrato y todo
contrato está sometido al principio de rebus sic stantibus, esto
es, los pactos se mantienen mientras a ninguna de la partes le interese
romperlo; si a alguna le interesa, lo romperá. Otra cosa es que le salga
bien pues toda decisión humana está sometida a otro principio aun más
poderoso que el del interés propio: el de la incertidumbre.
La
señora Díaz obviamente piensa que le trae cuenta romper el acuerdo y
convocar. Y rompe. Se le recriminará por todos los conceptos y ella
responderá por otros tantos. Pero no hay nada que hacer entre otras
cosas porque quienes la acusan procederían igual si pudieran.
Lo
interesante aquí es la incertidumbre, es decir, el resultado del 22 de
marzo. Las perspectivas del PP son tenebrosas. Así como al partido lo
conoce todo el mundo por la corrupción, a su candidato, Juan Manuel
Moreno Bonilla, no lo conoce nadie. El apellido trae a la memoria la
novela Nadie conoce a nadie del gran Juan Bonilla. Y cuando la gente no te conoce es difícil ganar elecciones.
En
realidad, la incertidumbre está en el reparto del voto entre las tres
fuerzas de izquierda y, sobre todo, el porcentaje que alcance Podemos.
Sobre esto van las apuestas. La candidata, de la corriente
anticapitalista, tiene el respaldo de Iglesias. No ocurre como en
Madrid, en donde los seguidores del Príncipe de Coyoacán, han armado una
candidatura alternativa que riñe el triunfo a la que el mando ampara.
Pero la política es un oficio de confusión. Precisamente aquel respaldo
puede ser una pepla: Andalucía es una plaza de segunda porque la
dirección no propone su candidatura. La gente es muy susceptible y la de
izquierda, enfermiza.
La
convocatoria anticipada, es de suponer, trata de pillar a Podemos
logísticamente en cueros. Pero este es un partido con mucho dominio de
las redes y una agilidad y flexibilidad de las que las organizaciones
tradicionales carecen. No fíen los socialistas su éxito a esa flaqueza
por si no es tal y no carguen retóricamente contra Podemos llamándolos
cosas feas porque se los pueden encontrar al lado y necesitarlos.
Curándose en salud, Díaz propone que gobierne el partido más votado. Es
un mensaje al PP, inconveniente por innecesario porque o ese acuerdo
tiene fuerza de obligar o a ver cómo se impone..
El
zafarrancho se lo ha organizado a IU. Ahí está, hecha unos zorros, con
el tizne de Extremadura, el pedrisco de Madrid y la reciente escisión de
los profetas de la tierra de la CUT, que se llevan sus carromatos a
asaltar los cielos con los de Podemos.
Quede
ya para otro post la interesante especulación que produce la siguiente
hipótesis : Díaz gana en Andalucía y Sánchez se la pega en el conjunto
del país y en concreto en Madrid, rompeolas de las Españas. Las
primarias quedarían abiertas, no a los electores, que eso ya se vería,
sino a los elegibles. Y a cinco meses de las generales.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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