Viendo el gráfico del último Metroscopia, que he encontrado en el Twitter de Rubén Sánchez,
me asalta la duda de si el Podemos del nombre se refiere al verbo poder
o a podar. Porque lo primero que salta a la vista es que ese rotundo
28,2% que atribuye a Podemos viene con una poda, el descalabro del
llamado bipartidismo. La verdad es que después de haberse movido en
torno al 85% del voto, tener que conformarse hoy con un miserable 42,7%,
o sea, la mitad, debe de ser amargo. Los príncipes derribados de sus
carrozas dinásticas y obligados a codearse con la chusma populista, con
los adanes que, además, los superan claramente en votos.
Y, en el
caso del PP, el término descalabro es caritativo. Es un hundimiento sin
paliativos ni, al parecer, fondo. Pierde 25,5 puntos con respecto a las
elecciones de 2011. Más que poda, desmoche. Con razón andan muy
nerviosos en el partido de la derecha. No saben qué hacer. Los más
clarividentes dicen que la permanencia de Rajoy al frente promete
desastre. Pero nadie se atreve a decirlo en público. Rajoy concentra los
destinos y las carreras de todos los dirigentes en su mano poderosa.
Pregúntese a la señora Aguirre que se ha postulado por iniciativa propia
y se ha quedado a la intemperie, esperando una respuesta que no llega.
El
propio Rajoy no solo no muestra duda alguna ni reparo ante la imposible
situación que ha creado, sino que insiste en liderar la lucha contra la
corrupción, de parte importante de la cual es políticamente
responsable; y el proceso de regeneración democrática, una
campaña de propaganda destinada a conseguir la renovación del voto de la
ciudadanía. Es una situación ridícula y la perspectiva de que ese
escuálido 19,2% siga descendiendo, prueba que la gente se ha dado cuenta
de ello.
Cunde
el asombro general por el hecho de que la gente votara a Camps.
Excusado será decir si vota a su amigo, el que siempre iba a estar con
él, delante, detrás, como fuera, pero a su lado. En efecto, a su lado
debiera estar.
Podemos
poda también el árbol de la izquierda. El bocado a IU, que había
abrigado nuevas expectativas a raíz de la última elección al Parlamento
Europeo (7,98%), es considerable. Le deja menos votos que en las
generales de 2011 (6,92%). Pero, la merma fuerte se ve en el conjunto
del voto de la izquierda institucional (PSOE + IU) del 47,6% de 2008 al
35,68% de 2011 y, ahora al 28,8%, unas décimas menos que Podemos.
Los
partidos pequeños, Ciudadanos y UPyD, se alimentan de los restos de
poda de los otros y seguramente aspiran a la muy recomendable posición
de partido bisagra o aliado menor por el número pero mayor por su
importancia política si hay multipartidismo. Algo que solía estar
reservado a CiU.
Pero la
verdadera cuestión que plantea este sondeo es la de qué vaya a hacer la
izquierda que suma el 57% de intención de voto en este momento. ¿Seguirá
sin unirse?
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