lunes, 26 de febrero de 2018

No te quieren, Felipe / Ramón Cotarelo *

Pero, ¿a quién se le ocurre? Solo a estos, tan necios que se creen sus propias mentiras. La primera de todas, la más evidente, la más palmaria: que el independentismo, el antimonarquismo, el republicanismo catalanes son cosa de cuatro elementos resentidos y antiespañoles. Bastará con descabezar (sic) a los líderes para que baje el suflé. Además son unos cobardes que se arrugan ante la justicia y se dan prófugos o presos. Es una mentira que, como el rinoceronte de Ionesco, acabará ocupando todo su ya escaso espacio mental.

Cualquiera diría que, con el recibimiento que ayer tributó Barcelona a Felipe de Borbón, esa mentira ha estallado como una pompa de jabón. Se presenta como el soberano que visita la colonia (tierra conquistada) a la que acaba de disciplinar por la violencia y se encuentra solo, junto a sus fieles servidores españoles, la vicepresidenta y el delegado del gobierno, de quien se dice que llevaba una corbata VERDE. 
Nada de representación institucional de los indígenas. Solo el ruido de una ciudad que no lo quiere y se lo dice. La regia mano se quedó sin besar salvo por la alcaldesa de L'Hospitalet. Luego, la cena, un suplicio, frente a un presidente del Parlament con el lazo amarillo en la solapa y que no tuvo el detalle de aplaudirle el discurso. Ese en el que se entrevé la amenaza de que, si no se le besa la mano (él lo llama "lealtad institucional"), el Congreso Mundial de Móviles se irá de Barcelona
 Hasta para las amenazas es lento. El director del Congreso ya había aclarado por la mañana que ellos piensan seguir en Barcelona, sin cuidarse poco ni mucho del rey porque es gente seria de negocios y va a dónde hay negocio y no donde solo hay arrogancia e ineptitud.

Pero no importa, esta gente incomprensible seguirá a lo suyo porque se creerán sus mentiras según las repiten sus medios: que hubo algo de cacerolada y enfrentamientos entre indepes y constituionalistas y numerosas muestras de apoyo y cariño al rey. Sus televisiones hablarán del triunfal recibimiento, darán las palabras del rey en close up y, si te he visto, no me acuerdo. Buena ocasión para que las redes se rían a mansalva de unos medios cuya función no es otra que mentir.

Lo que no pueden evitar estos genios es que las imágenes estén en las redes y en las noticias internacionales: muchedumbres abarrotando calles y plazas, contenidas por la policía que volvió a apalear, aunque de modo menos bestial que el 1-O, calles vacías por la noche, a la salida de la comitiva real, with the blue lights flashing across the night, ruido atronador de cacerolas, silbatos, pitos. Los mossos, que se emplearon a fondo, despejaban las calles, esto es, el suelo, pero no el vuelo y por las ventanas abiertas sonaban las sartenes y hasta el himno de Riego a todo volumen, con vivas a la República. 
Esas imágenes son ya virales, están en el hashtag #destronemlo. De minoría de cuatro iluminados, nada. Son las imágenes de un pueblo que no quiere al Rey, que ha estallado a fuerza de apaleamientos y humillaciones a manos de gentes corruptas e ineptas pero brutales que desconocen lo fundamentos mismos de la política democrática. Un pueblo que está haciendo una revolución de nuevo tipo, algo que los españoles, según se ve, sean de derechas o de izquierdas, son incapaces de entender.

Solo a ellos se les ocurre porque, además de creerse sus propias mentiras, tienen una idea de la realidad que no se parece en nada a la realidad. Como son oligarcas, señoritos y franquistas de toda laya, creen que se puede apalear a la gente impunemente; creen que el rey puede aplaudir el apaleamiento sin que pase nada; que se puede ir al juez a mentir, diciendo que no hubo apaleamiento, que los jueces puede llegar al delirio de sostener que los apaleados son culpables y responsables de su apaleamiento. No están bien de la cabeza. 

En todo caso, son peligrosos. Palinuro decía ayer que  "Todos, hasta el rey, saben que el rey va desnudo. Por fuera y por dentro. No entiende nada de lo que pasa. Ni por asomo. Está lleno de ira y despecho, con lo que cada vez se ciega más." Son, sí, peligrosos. Vete a saber qué darán ahora en tramar. Qué harán, ahora que el rey ha comprobado que quizá sea formalmente rey de Catalunya, pero no de los catalanes. 

Seguro, segurísimo que no se le ocurrirá pedir perdón por lo pasado, como le dice Puigdemont. Faltaría más. Su antepasado entró en Catalunya a sangre y fuego. Este ya ha derramado (y sigue derramando) la sangre; y el fuego, según se mire. Porque los catalanes harán cosas, pero los españoles son muy y mucho españoles. 

A lo mejor no son mentiras sino una incapacidad neurótica de entender la realidad.


(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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