Pero, ¿a quién se le ocurre? Solo a
estos, tan necios que se creen sus propias mentiras. La primera de
todas, la más evidente, la más palmaria: que el independentismo, el
antimonarquismo, el republicanismo catalanes son cosa de cuatro
elementos resentidos y antiespañoles. Bastará con descabezar (sic)
a los líderes para que baje el suflé. Además son unos cobardes que se
arrugan ante la justicia y se dan prófugos o presos. Es una mentira que,
como el rinoceronte de Ionesco, acabará ocupando todo su ya escaso
espacio mental.
Cualquiera
diría que, con el recibimiento que ayer tributó Barcelona a Felipe de
Borbón, esa mentira ha estallado como una pompa de jabón. Se presenta
como el soberano que visita la colonia (tierra conquistada) a la que
acaba de disciplinar por la violencia y se encuentra solo, junto a sus
fieles servidores españoles, la vicepresidenta y el delegado del
gobierno, de quien se dice que llevaba una corbata VERDE.
Nada de
representación institucional de los indígenas. Solo el ruido de una
ciudad que no lo quiere y se lo dice. La regia mano se quedó sin besar
salvo por la alcaldesa de L'Hospitalet. Luego, la cena, un suplicio,
frente a un presidente del Parlament con el lazo amarillo en la
solapa y que no tuvo el detalle de aplaudirle el discurso. Ese en el que
se entrevé la amenaza de que, si no se le besa la mano (él lo llama
"lealtad institucional"), el Congreso Mundial de Móviles se irá de Barcelona.
Hasta para las amenazas es lento. El director del Congreso ya había
aclarado por la mañana que ellos piensan seguir en Barcelona, sin
cuidarse poco ni mucho del rey porque es gente seria de negocios y va a
dónde hay negocio y no donde solo hay arrogancia e ineptitud.
Pero
no importa, esta gente incomprensible seguirá a lo suyo porque se
creerán sus mentiras según las repiten sus medios: que hubo algo de
cacerolada y enfrentamientos entre indepes y constituionalistas y
numerosas muestras de apoyo y cariño al rey. Sus televisiones hablarán
del triunfal recibimiento, darán las palabras del rey en close up y,
si te he visto, no me acuerdo. Buena ocasión para que las redes se rían
a mansalva de unos medios cuya función no es otra que mentir.
Lo
que no pueden evitar estos genios es que las imágenes estén en las
redes y en las noticias internacionales: muchedumbres abarrotando calles y
plazas, contenidas por la policía que volvió a apalear, aunque de modo
menos bestial que el 1-O, calles vacías por la noche, a la salida de la
comitiva real, with the blue lights flashing across the night,
ruido atronador de cacerolas, silbatos, pitos. Los mossos, que se
emplearon a fondo, despejaban las calles, esto es, el suelo, pero no el
vuelo y por las ventanas abiertas sonaban las sartenes y hasta el himno
de Riego a todo volumen, con vivas a la República.
Esas imágenes son ya
virales, están en el hashtag #destronemlo. De minoría de cuatro
iluminados, nada. Son las imágenes de un pueblo que no quiere al Rey,
que ha estallado a fuerza de apaleamientos y humillaciones a manos de
gentes corruptas e ineptas pero brutales que desconocen lo fundamentos
mismos de la política democrática. Un pueblo que está haciendo una
revolución de nuevo tipo, algo que los españoles, según se ve, sean de
derechas o de izquierdas, son incapaces de entender.
Solo
a ellos se les ocurre porque, además de creerse sus propias mentiras,
tienen una idea de la realidad que no se parece en nada a la realidad.
Como son oligarcas, señoritos y franquistas de toda laya, creen que se
puede apalear a la gente impunemente; creen que el rey puede aplaudir el
apaleamiento sin que pase nada; que se puede ir al juez a mentir,
diciendo que no hubo apaleamiento, que los jueces puede llegar al
delirio de sostener que los apaleados son culpables y responsables de su
apaleamiento. No están bien de la cabeza.
En todo caso, son peligrosos. Palinuro decía ayer que "Todos,
hasta el rey, saben que el rey va desnudo. Por fuera y por dentro. No
entiende nada de lo que pasa. Ni por asomo. Está lleno de ira y
despecho, con lo que cada vez se ciega más." Son, sí,
peligrosos. Vete a saber qué darán ahora en tramar. Qué harán, ahora que
el rey ha comprobado que quizá sea formalmente rey de Catalunya, pero
no de los catalanes.
Seguro, segurísimo que no se le ocurrirá pedir
perdón por lo pasado, como le dice Puigdemont.
Faltaría más. Su antepasado entró en Catalunya a sangre y fuego. Este
ya ha derramado (y sigue derramando) la sangre; y el fuego, según se
mire. Porque los catalanes harán cosas, pero los españoles son muy y
mucho españoles.
A lo mejor no son mentiras sino una incapacidad neurótica de entender la realidad.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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