Carta de Adenauer, De Gasperi y Schuman a los actuales dirigentes de Europa.
Nosotros, padres del proyecto europeo, no vemos reflejado nuestro sueño en la UE que estáis construyendo. Anhelábamos una Europa democrática de ciudadanos y estáis haciendo una Europa desigual de mercaderes, con más de 40 millones de pobres y cientos de miles de auténticos esclavos.
Hace unos 25 años se respiraba por Bruselas una auténtica “mística” europea convertida hoy en un escepticismo popular despectivo. Y uno de vuestros sociólogos más ilustres (Edgar Morin) acaba de escribir que “la victoria de la economía europea es el naufragio de la idea europea”.
En efecto: la gula financiera hizo del euro una moneda única prematura, porque no había suficiente integración política y fiscal (como hay por ejemplo en EEUU): así lo denunció el Nobel de economía Amartya Sen y los hechos le están dando la razón. El afán de “más mercados” decidió una ampliación precipitada de 15 a 27; mermando así los fondos de cohesión que tanto habían ayudado a la igualdad en países como España y que ahora debían ayudar a países aún menos desarrollados.
Las grandes diferencias hicieron luego que las transgresiones pasaran sin control (caso de Grecia) visto además que también Alemania y Francia se habían saltado el techo de déficit presupuestario. Redactasteis para Europa una Constitución descaradamente neoliberal, donde las medidas económicas tenían valor de ley, y las sociales quedan sólo como “recomendaciones”; y cuando se entrevió que el pueblo no aprobaría aquel engendro decidisteis que la votaran sólo los parlamentarios de cada país, que ya no representan a sus pueblos sino a sus partidos.
Sólo el progresismo impenitente de un político capaz de tirarse a una piscina vacía si le dicen que aquello es progre, pudo vanagloriarse de que el pueblo español aprobara el proyecto de constitución europea. Francia y Holanda lo leían de otra manera…
Europa, en su marcha hacia la unidad, ha tenido que soportar varias piedras en el zapato: desde la ambición de Alemania que quería ser líder único, comportándose como había hecho con la antigua DDR y convirtiendo la unión en anexión (provocando así la envidia de Francia), hasta la ambigüedad de Inglaterra que, como Pilatos, reconocía de palabra la justicia de la idea de Europa mientras con los hechos intentaba hacer caso al imperio. Así acabasteis teniendo unos parlamentarios que, como verdaderos “VImPs” (vagos importantes), se niegan a viajar y hospedarse si no es “a lo grande”, incluso en plena crisis económica. O un dizque socialista que se hospeda en un hotel de Manhattan de 3000 dólares/noche…
No es ésta la Europa que soñamos nosotros, comprendedlo. La “Declaración Schuman” (9 de mayo de 1950) decía más bien que “la paz no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan”; que “Europa no se construyó [antes] y hubo guerras”; proponía sentar “unas bases comunes de desarrollo económico” y no un simple mercado común y que las industrias “no se dediquen a una fabricación de armas de la que ellas mismas han sido víctimas”.
Susan George comprendió mejor nuestro sueño cuando tituló un capítulo de su libro: “Otro mundo es posible… si Europa gana la guerra dentro de Occidente”, aun reconociendo que, por decir eso, me tacharán de antiamericana a mí, “estadounidense de duodécima generación”.
Nosotros -católicos convencidos los tres- soñábamos con hacer de Europa no la primera potencia comercial del mundo, sino un espacio de libertad y justicia frente a los dos modelos de entonces, mancos de uno de estos dos valores. Anhelábamos un oasis de igualdad, de fraternidad, de auténtica democracia y de vida sobria, en coherencia con esas raíces cristianas tantas veces traicionadas por sus mismos representantes oficiales.
No queríamos que se repitiera la historia de la Europa imperialista que podéis evocar en un libro de Luis de Sebastián (África, pecado de Europa) y que había dado lugar a tantas guerras entre nosotros.
Aquí, en esta dimensión de la eternidad tan opuesta a vuestra temporalidad, resplandecen las palabras de Franz Fanon, defensor de “los condenados de la tierra”, que tienen su verdad aunque vosotros las tacharéis de demagógicas o populistas: “Europa, que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina dondequiera que lo encuentra: en las esquinas de sus propias calles y en todos los rincones del mundo”.
Según el antiguo mito griego, Júpiter raptó a Europa para violarla; en la historia moderna Europa figurará como raptada por el dios Capital, que la ha violado también. Sabemos que en la tierra hay siempre un gran trecho desde el dicho al hecho; pero al menos aspirábamos a que caminaseis en la dirección que os marcamos y no en la contraria. Aún estáis a tiempo de que sea así. (K. Adenauer, A. de Gasperi y R. Schuman, fundadores y padres del sueño de Europa).
(*) Teólogo y responsable teológico de Cristianismo y Justicia.
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