RABAT.- El 34 por ciento de los 13,6 millones de marroquíes registrados para votar en las elecciones parlamentarias anticipadas de este viernes han acudido a las urnas para depositar su voto hasta las 17:00 horas, a falta de dos horas para el cierre previsto de los colegios electorales, según los últimos datos de la tasa de participación publicados por el Ministerio del Interior.
La tasa de participación es una de las sombras que planean sobre estos comicios, última etapa del proceso de reformas iniciado el pasado mes de marzo por el rey Mohamed VI, que tuvo su punto álgido en la aprobación de la nueva Constitución el pasado 1 de julio en referéndum. La nueva Carta Magna, que limita los poderes del monarca, amplía el papel del Parlamento y estipula que el primer ministro procederá del partido más votado.
En las anteriores elecciones, en 2007, la tasa de participación se situó en el 37 por ciento, por lo que todo apunta que en esta ocasión se superará. Según los datos hasta las 15:00 horas, la participación era del 22,4 por ciento, superior al 15,47 por ciento a esa misma hora en las anteriores parlamentarias.
La jornada electoral ha transcurrido con normalidad, salvo un altercado ocurrido entre partidarios de dos candidatos, en la localidad de Ouled Tayeb, en Fez, en el que ha habido cinco heridos, según han informado fuentes policiales a la agencia oficial MAP.
Al parecer, partidarios del Istiqlal y del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM) han intercambiado insultos en las proximidades de un colegio electoral y que han degenerado en una pelea. Según las fuentes, los heridos han recibido heridas leves por arma blanca y han sido evacuados al hospital de Fez. Las autoridades han abierto una investigación para esclarecer lo ocurrido.
Los marroquíes votaban este viernes en unas elecciones parlamentarias que podrían dar lugar al Gobierno más representativo que ha habido hasta ahora en el país norteafricano, después de que el rey Mohamed VI respondiera a los levantamientos de la "primavera árabe".
Los comicios han sido seguidos de cerca como una prueba de la capacidad de las monarquías árabes para aprobar reformas graduales que satisfagan las demandas de más democracia de la población sin revueltas del tipo de las sucedidas en el vecino Túnez, Libia, Egipto y Siria.
Unos 13,6 millones de marroquíes estaban registrados para estas elecciones, las novenas que tienen lugar en el país norteafricano desde que obtuvo la independencia de Francia en 1956.
En contraste con elecciones anteriores, en las que el resultado estaba claro de antemano, esta vez hay una gran igualdad entre un partido musulmán moderado y una coalición nueva de liberales con vínculos con el Palacio Real.
De acuerdo con las reformas constitucionales apoyadas por el rey este mismo año, el nuevo Gobierno tendrá más competencias, aunque el monarca seguirá conservando la decisión final en cuestiones de defensa, seguridad y religión.
Sea cual sea el bloque que gane el mayor número de escaños en el Parlamento, es improbable que pueden formar un Gobierno por sí solos. Eso los obligará a buscar una alianza y posiblemente incluso una "gran coalición" entre los islamistas y el bloque liberal.
Eso preocupa a los economistas, que quieren ver un Gobierno sólido que pueda reducir el déficit presupuestario, un desempleo juvenil que supera el 30 por ciento y atienda a las necesidades de los 8,5 millones de marroquíes que viven por debajo del nivel de la pobreza.
El rey escogerá al próximo primer ministro del partido que logre más votos. Ya está claro que será alguien nuevo, porque Istiqlal, el partido del actual primer ministro, Abbas Al Fassi, es muy impopular.
El cambio hacia una mayor democracia podría fracasar si la jornada electoral se ve ensombrecida por la sospecha de compra de votos, algo común en el pasado, y si aparecen indicios que sugieren que autoridades de Palacio están intentando inmiscuirse en el nuevo Gobierno.
El monarca marroquí ha dicho que quiere que las elecciones sean "libres, justas y competitivas". Sin embargo, hay señales de que prácticas electorales turbias del pasado siguen activas.
Desde que sucedió a su padre en el trono en 1999, Mohamed VI ha recibido alabanzas por mejorar los derechos humanos.
Cuando las manifestaciones prodemocráticas estallaron este año inspiradas por las revoluciones en otros países, respondió hábilmente proponiendo reformas constitucionales que quitaron cierta fuerza al movimiento.
Pero hay una pequeña minoría que sigue diciendo que sus reformas no son suficientes. Miles de personas se unieron a las protestas en varias ciudades el fin de semana pasado para apoyar la petición de boicot a las elecciones.
La mayor preocupación para el Palacio no es el boicot, sino que la apatía entre muchos marroquíes suponga finalmente una baja asistencia, que pudiera quitar el brillo a lo que se está intentando publicitar como un triunfo de la democracia.
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