A los seis meses de su victoria electoral, Rajoy ha hecho todo lo que
dijo que no haría y dejado de hacer lo que aseguró que haría. Lo
eligieron para una cosa e hizo la contraria. Su triunfo electoral fue un
fraude y, si España fuera un país democrático con solera, la presión ya
sería insoportable para que se convocaran elecciones anticipadas a la
vista del engaño perpetrado por los que ganaron las anteriores.
No hay
cuidado, sin embargo, porque ni España tiene solera democrática ni
quienes detentan el poder la mínima intención de hacer nada que lo ponga
en riesgo. Al contrario, sostienen que su holgada mayoría absoluta es
prueba de la confianza de la gente en sus capacidades que les autoriza a
hacer lo que les venga en gana y hasta donde les venga en gana.
En esta estafa generalizada a la ciudadanía que es el triunfo electoral
del PP destacan con especial relieve dos medidas nunca jamás anunciadas y
tomadas en funciòn de su conveniencia económica pero de efectos
políticos desastrosos y fundamento moral inexistente que tienen que
provocar la indignación general: una, ya adoptada, una amnistía a los
defraudadores de Hacienda que, a partir de ahora, podrán lavar sus
capitales delictivamente allegados pagando una mordida simbólica del
10%.
La otra, en fase de estudio muy avanzado, una modificación de la
legislación vigente que cristalizará en otra amnistía a todas las
edificaciones ilegales de las que España está literalmente erizada a
partir de los felices tiempos de la liberalización aznarina del suelo
gracias a la cual proliferaron los especuladores que produjeron la
desastrosa burbuja inmobiliaria y, de paso, destrozaron casi todas las
playas. Las dos medidas son un evidente castigo a la población que acata
la ley y cumple sus obligaciones con el fisco y un premio a los
defraudadores, estafadores y delincuentes de toda laya en los que los
gobernantes, probablemente, reconocen a sus pares.
¿Se entiende por qué los neoliberales insisten tanto en la necesidad de "desregular" y de evitar lo que llaman el intervencionismo
del Estado? Les molestan las leyes que protegen el bien común y
restringen la actividad depredadora del egoísmo individual. Por eso, en
cuanto pueden las derogan y premian a los delincuentes. Así, dicen, se
fomenta e,l cremiento económico. Y el delito en beneficio de los amigos y
seguidores. Para la derecha la política es crear las condiciones
óptimas para el enriquecimiento de los suyos a costa de lo que sea,
incluso de la miseria de la gente.
(*) Catedrático de Ciencia Política de la UNED
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