La Monarquía, los partidos, los gobiernos de todo signo, los
parlamentos, la judicatura... La valoración de las instituciones del
Estado, antaño pilares de la democracia, se hunde irremisiblemente en el
pozo del descrédito. Ninguna se acerca siquiera al aprobado en el
último barómetro del CIS, que consigna pavorosos retrocesos en la
apreciación ciudadana de todas ellas.
El bipartidismo se
tambalea (PP y PSOE perderían 3,3 millones de votos respecto de las
últimas elecciones) y, lógicamente, sus líderes no corren mejor suerte.
Sus notas caen a plomo: un 2,44 para el presidente Mariano Rajoy, un 3 para el opositor Alfredo Pérez Rubalcaba.
Para los nostálgicos que aún confían en que todo sea un mero paréntesis
fruto de la crisis, he aquí cinco claves para entender el irreversible
hundimiento de nuestro sistema político tal como lo hemos conocido.
1.- La esclerosis partidista.
Los
partidos han perdido el viejo monopolio de la representación política
en favor de los movimientos sociales a causa de su endogamia: la
complacencia con la corrupción y la preeminencia de la cooptación sobre
la meritocracia los ha incapacitado para auscultar el sentir ciudadano.
2.- La política como casta.
La
opulencia se ciñe a las grandes instituciones; por contra, los sueldos
pudorosamente bajos en la Administración, amén de alentar las
corruptelas y la depredación del erario, ahuyentan a los mejores
profesionales de la gestión pública, convertida en coto privado de los
políticos profesionales.
3.- El emperador, desnudo.
La
crisis ha destapado las vergüenzas de un sistema subordinado a los
poderes financieros nacionales e internacionales. Ya lo estaba en épocas
de bonanza, pero la cruda visión de esa desnudez no será fácil de
borrar del imaginario colectivo.
4.- Nuevos retos, viejas recetas.
Recortes sociales y subidas fiscales para atajar el déficit público.
Desprovista de resortes y de ideas para reactivar la economía, la
política se resigna al diktat de la austeridad... y al recurso del pataleo.
5.- Democracia imperfecta.
Solo
una transparencia plena y la apertura a la participación ciudadana la
salvarán de los captores que la secuestraron y de los salvapatrias que
pretenden reemplazarlos.
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