Ayer, en la Pablo de Olavide, intervención de Zapatero y coloquio
posterior con el juez Garzón y otros. Tema: la Comisión de la Verdad.
Zapatero dice que
no sería "acertado" crear una Comisión de la Verdad, convencido de que
mantener un "punto de templanza" es una "gran virtud".
¿Por
qué no sería "acertado"? Porque hay que mantener un punto de
"templanza". Se entiende lo que el expresidente quiere decir: un punto
medio. Hay una larga tradición que honra esa posición del "justo medio",
la templanza. Desde Aristóteles hasta hoy, pasando por Montesquieu. El
justo medio. ¿Entre qué y qué? Entre los vencedores de una guerra que
edificaron un "orden" victorioso que, en muchos aspectos, subsiste y los
vencidos, que todavía no han podido recoger a sus muertos y, por lo
tanto, no han recibido justicia. Es decir, el punto medio entre la
justicia y la injusticia. Quizá exista ese punto medio, pero jamás será
justo.
Supongo
que, con la mejor intención del mundo, Zapatero es partidario, lo ha
demostrado, de un acuerdo de mínimos que, salvando algún tipo de
resarcimiento de las víctimas, permita pasar página, no agitar lo ánimos
y proceder en interés de la estabilidad, la convivencia y, en
definitiva, la unidad de la nación española. No hay motivo para dudar de
su buena intención. Pero sí se le puede plantear una objeción: no creo
que una nación pueda erigirse sobre una injusticia.
O, por decirlo en
términos más familiares por estos pagos: la reconciliación no podrá
producirse mientras quienes se identifican con los vencedores sigan
negando a los vencidos el derecho a recoger a sus muertos y honrar su
memoria. Que las víctimas de la represión franquista sigan en los hoyos
en que las metieron los victimarios no es defendible. Sobre eso no puede
construirse nada.
No
he leído los argumentos de Garzón que, seguramente, serán mejores que
los míos pero algo es claro. Solo una Comisión de la Verdad debidamente
legitimada y bajo auspicios internacionales, puede restablecer las bases
para articular una convivencia democrática en España. El país tiene que
mirarse en el espejo y reconocerse en su pasado.
El argumento de
Zapatero de que las democracias no tienen una verdad "oficial", que
reproduce otro idéntico, formulado hace unos días por un ilustre miembro
del PP, y que por ello no ha lugar a la Comisión de la Verdad, tiene un
defecto: que el país vivió cuarenta años con una verdad "oficial" que
nadie ha desmentido y, aunque cuestionada desde el ámbito publicístico y
el académico, no lo ha sido en el ámbito judicial ni en el político ni
en el de la vida práctica ni se ha admitido iniciar procesos que,
contradiciéndola, alienten el pluralismo democrático de verdades
que, al parecer, se propugna. Ni siquiera se permite allegar las pruebas
necesarias para que esos procesos se consoliden. Los muertos se quedan
en los hoyos porque los vivos están más interesados en los votos.
El
debate sigue hoy, al parecer, entre el expresidente y el exjuez. Casi
se diría, un debate de "ex". Se oirá poco en la campaña electoral porque
los partidos le temen. Dejad que los muertos entierren a los muertos,
dirán, y nosotros vamos a lo nuestro.
Las elecciones. En el PP están ya lanzados. Han puesto
de responsable de la campaña a Carlos Floriano pero le han colocado un
vigilante nombrado portavoz que trae pedigree de FAES. Están seguros de
que van ganando, según dicen sus encuestas. Las de los demás los dan
perdedores. En esas condiciones, ¿a quién creería usted? A las nuestras,
a buen seguro. Las otras las cocina el enemigo. Además, ¿qué van a
salir diciendo? ¿Que van a perder? Eso no lo dice nadie. Ellos van a
ganar. Sus fórmulas son simples: El PP o el caos y el PP o la nada,
de esas con pegada.
Enfrente tienen un panorama de desunión y
enfrentamiento, incluso un verdadero guirigay y un proceso soberanista
en marcha en Cataluña, cuyo impacto en las elecciones municipales y,
desde luego, las generales, dan por descontado a su favor. Único motivo
de preocupación, el súbito ascenso de Ciudadanos en el ámbito español.
Ya hay quien habla de un Podemos de la derecha, en donde tendrán su
parte consideraciones personales sobre el porte, el verbo, la imagen de
respectivos lideres, Iglesias y Rivera. ¡Ah, las generaciones, Rajoy!
Repentinamente te has convertido en el viejuno de la política española
y, contigo, tu fiel escolta, empezando por ese Floriano que parece un
entrenador de equipo de fútbol de barrio y da la impresión, como todos
ellos, de saber tanto de las redes sociales como de la Atlántida.
El campo de Agramante está en la izquierda y agitado. Ese lío de la candidata de IU de Madrid tiene una pinta fatal
y, luego de la dimisión del responsable de la Comunidad, creo, Eddy
Sánchez, vaticina más lío. No es que estas situaciones tan problemáticas
sean excepcionales en IU. Al contrario, son relativamente frecuentes.
Pero no sé si al extremo de oscurecer el proceso de consolidación de un
nuevo liderago con Alberto Garzón. De la convergencia con Podemos ya no
va a hablarse gran cosa.
La
cuestión es ahora la lucha por la hegemonía entre Podemos y PSOE. Poco a
poco van fijándose posiciones. El PSOE, que pierde votos por la
izquierda, tiene, entre otras, dos opciones: tratar de recuperarlos
formulando un discurso más a la izquierda que el que ha tenido hasta la
fecha o aceptar la pérdida y modificar el discurso más mirando a los
votantes de centro. Zapatero parece más inclinado al centro; Sánchez, a
la izquierda.
Me
atrevería a decir que el reto del PSOE es formular un discurso
socialdemócrata propio, diferenciable y, sobre todo, nuevo; uno que
concilie el restablecimiento de la justicia social con la flexibilidad
de la organización económica, la productividad y eficiencia coordinada
con la redistribución. No tiene que ir a la busca de votantes. Tiene que
articular un discurso y unas propuestas que los votantes busquen. Tiene
que hacer lo que ha hecho Podemos, hablar lo que la gente quiere
escuchar. Y ahí su reto es muy duro porque los de Podemos son verdaderos
maestros.
En
un punto coincide el desconcierto de la izquierda española y es el
catalán. Es urgente que las dos formaciones tomen posición sobre lo que
está pasando ahora mismo en Cataluña. No en un futuro incierto, para
después de las elecciones generales, sino aquí y ahora.
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