El Rey ve con optimismo el futuro de la “Gran Nación” española, titula la pieza un poco pasmado El País
que pone la expresión Gran Nación entrecomillada. Sí, claro, suena como
una consigna hueca. Y lo es. El Rey la repite como un papagayo. Ya se
la he oído tres veces en los últimos dos meses. Antes se la había oído
innumerables a Rajoy que será quien ordena que se la pongan al Rey en
los discursos. Rajoy seguramente la sacó del título de un libro de
conversaciones de Jaime Mayor Oreja con César Alonso de los Ríos
titulado Esta gran nación
(2007). Los políticos hablan incluso cuando escriben. Tienen poco
tiempo. Hasta para pensar. Seguramente por eso Rajoy tomó el título el
libro. Suena bien.
Tengo
rastreada esta expresión de "gran nación" hasta Marcelino Menéndez
Pelayo. Quizá se empleara antes; no lo sé. Pero no mucho antes porque
esa nación en sentido moderno que se menciona aquí es témino
originariamente afrancesado y doceañista, detestable para los
conservadores. Entre tanto se ha revestido de dignidad y autoridad y por
eso Menéndez Pelayo la califica de "gran". Pero que se revista de
dignidad y autoridad hasta el punto de que la pronuncian los Reyes en
los grandes momentos, no quiere decir que lo haya hecho también de
sentido.
Porque,
¿qué significa "gran nación"? ¿Cómo se mide la grandeza de una nación?
¿Hay criterios objetivos? ¿Cómo se evalúan? ¿Se procede por comparación
con otras?
Desde
luego, no hay que buscar tres pies al gato. La expresión es una
consigna. Está vacía de significado. Se dirige a los sentimientos. Es
como un grito. Se usa por no arrancarse con un "¡Viva España!" porque no
están los tiempos para gollerías. Así que déjense de bobadas y no se
pongan quisquillosos tratando de averiguar qué sea una "gran nación".
España, hombre, ¿no lo ven?
No,
no lo ven. La gente se empeña en comportamientos mezquinos, quiere
saber a qué se refieren sus gobernantes y reyes cuando repiten como
carracas que el país es una "gran nación". Eso los que no aplican
directamente el sabio refrán de "dime de qué presumes...". Los otros,
los inquisitivos, se empeñan en consultar las estadísticas, los datos,
los índices, y compararlos con los de otros países europeos. La
situación del nuestro es mediocre tirando a triste. Estamos en los
primeros puestos de todas las desgracias, como paro, paro juvenil,
precariedad, emigración, pobreza, salario mínimo más bajo, mas IVA y
otros impuestos, peores servicios, precios más altos. Nos reñimos los
lugares con Grecia y Portugal, lugares en los que nadie piensa como
"grandes naciones".
Esto
es coyuntural, dice el jefe. La crisis se ha cebado en España por culpa
del despilfarro anárquico de los socialistas y ha causado un bajón en
la prolongada trayectoria ascendente de esta "gran nación". Pero la
gente sigue siendo escéptica. Le dicen que no mire el lamentable
presente sino que contemple la trayectoria. Y es lo que hace para
comprobar que en los últimos doscientos años tampoco ha brillado la
nación española como grande ni como mediana y, en momentos, ni como
pequeña, como cuando Lord Salisbury la daba por "moribunda" en 1898.
La
consigna España es una "gran nación" no tiene nada que ver con la
realidad, por eso la emplea también Cospedal y acabarán empleándola
todos los segundos niveles, como aquella jaculatoria de Franco de "Por
Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista".
Un
último dato sobre la "gran nación" española. Si una nación no puede
recuperar un enclave territorial que considera militarmente estratégico y
simbólicamente esencial como parte de su integridad, esto es,
Gibraltar, ¿puede llamarse "gran nación" sin caer en el ridículo?
Hasta que España no se vea como es y no deje de llamarse cosas que no es, no saldrá del marasmo.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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