Valtonyc, el rapero de Sa Pobla, deberá ingresar en prisión, después
de que el Tribunal Supremo haya ratificado su condena a 3 años y 6 meses
por injurias a la corona, por faltar el respeto a los Borbones. Por
esta razón y a la vista de la sentencia, me parece que valdría la pena
recordar quienes son los Borbones y qué han representado para España.
Los Borbones españoles tienen el honor de encabezar la lista de las
estirpes reales europeas más taradas y despóticas. Y se han ganado esta
plaza en la historia por méritos sobrados, vamos, que han puesto
esfuerzo y ganas.
Empecemos por el primer rey, Felipe V, que se paseaba con el camisón
de su mujer por el palacio real, no se lavaba y defecaba por todas
partes, pensando que era una rana. No se dejaba cortar el pelo, ni las
uñas de las manos ni de los pies, hasta que al final ya no podía ni
andar. Ah! Y tenía una obsesión enfermiza por el sexo, un rasgo
caracterológico que ha perdurado en la familia hasta nuestros días. Éste
es el primer Borbón de la dinastía española, el que inaugura la exitosa
estirpe real.
Parece difícil de superar, pero los que le irían sucediendo supieron
estar a la altura. Su hijo, Fernando VI, tenía la manía de morder y
pegar sus subordinados, hasta el punto de causarles importantes heridas.
Bailaba en ropa interior y sólo se calmaba después de una buena dosis
de opiáceos.
El siguiente rey, Carlos III, era un personaje melancólico, un tanto
extraño. Se casó a los 22 años con Amalia de Sajonia que tenía 13.
Estaba tan entusiasmado con las alegrías de la vida conyugal con su
esposa, una niña a todos los efectos, que contaba en carta a sus padres
las relaciones carnales que mantenía, lo que suelen hacer todos los
hijos, claro. Carlos III se ha llevado la fama de ser el único Borbón
medianamente presentable, porque supo delegar en ministros competentes.
Pero… cuidado! Delegaba porque no estaba nunca en la Corte, se pasaba el
día cazando. De hecho, en la Corte, se estaba una media de seis o siete
semanas al año; el resto lo pasaba en el campo. A Carlos III se le
conoce como “El cazador” y un retrato de Goya muestra al rey ya chocho,
escopeta en mano.
Goya también pintó a la familia real de Carlos IV: un retrato
despiadado donde quedan reflejados todos los defectos y vicios del grupo
en su conjunto. No se salva ni uno. Carlos IV se pasaba el día cazando
como su padre, le gustaba hacer de carpintero y era un personaje
manipulable, influenciado por su mujer, María Luisa de Parma, que colocó
a su amante, Godoy, como ministro universal. Carlos IV cedió los
derechos de la corona española a Napoleón por una modesta suma: 30
millones de reales anuales, el precio de su patriotismo. Su hijo
Fernando, también obtuvo una pensión, eso sí, más escasa, de 4 millones
de reales.
Después sería rey, Fernando VII, “El deseado”, un crápula vicioso y
lúbrico, con un miembro viril desproporcionado como dejó anotado en sus
diarios un médico de la época: “un Miembro viril fino como una barra
de lacre en la base, y tan gordo como el puño en super extremidad;
además, tan largo como un taco de billar“.
Fernando VII tiene el
honor de ser considerado el peor rey de la historia de España; un
título, todo hay que decirlo, por el que compiten otros familiares
suyos. No tuvo descendencia masculina, proclamó la Pragmática Sanción
que anulaba la Ley Sálica y que permitía gobernar a su hija Isabel en
lugar de su hermano Carlos, que habría sido el sucesor natural al trono.
Este hecho desencadenaría un conflicto dinástico que ocasionaría tres
guerras y miles de muertos durante el siglo XIX: las Guerras Carlistas.
¿Qué decir de Isabel II, “la Isabelota”? Heredó el apetito sexual
de su padre, era consentida e influenciable, y en la corte se rodeaba
de personajes grotescos, como sor Patrocinio, la monja de las llagas.
Mientras, su madre María Cristina reunía una gran fortuna gracias a su
influencia política y a su participación en el negocio del ferrocarril
en la península. Lo de las comisiones.
La revolución de la Gloriosa, fue el primer intento de echar a la
dinastía de una vez por todas, pero sin éxito. La muerte de Prim, la
abdicación de Amadeo de Saboya y los conflictos de la Primera República,
permitieron la restauración de la monarquía en la persona del hijo de
la reina Isabel y un comandante de ingenieros valenciano, Enrique
Puigmoltó.
Alfonso XII, el “triste de sí”, era un joven enfermizo y
melancólico que, a diferencia de sus antecesores, recibió una formación
más completa en diferentes países europeos, lo que no le impidió cometer
algún desliz de pardillo que le conllevó importantes problemas
diplomáticos con Francia. Alfonso XII murió de tuberculosis y su esposa,
la reina María Cristina, actuó como regente hasta la mayoría de edad de
Alfonso XIII.
El nuevo rey destacó por su ademán soberbio y su chulería, por su
voluntad de no someterse a las limitaciones constitucionales, por su
nefasta obra de gobierno, por los desastres militares, por la dictadura
de Primo de Rivera y … ¡Ah! Por una cuestión positiva: ser promotor del
cine, gracias a las películas pornográficas que financió de su bolsillo y
que realizaron los hermanos Baños. Ahora están en depósito en la
Filmoteca de Valencia.
Su hijo Juan, padre del actual rey emérito, después del golpe de
estado fascista, corrió a ponerse a disposición de Franco, aunque el
general Mola impidió que se uniera a sus fuerzas, para no provocar
malestar con los carlistas. El conde de Barcelona se afanó para volver
al trono, y envió a su hijo Juan Carlos a España para que estudiara con
los facciosos. ¿Qué mejor educación se puede dar a un hijo? A pesar de
los acercamientos del conde de Barcelona, a la oposición moderada, el
interés real de la familia no era el restablecimiento de la democracia,
si no la restitución de su estirpe dinástica, por el medio que fuera.
El rey Juan Carlos siempre tuvo en consideración al dictador; de
hecho no ha permitido que nadie hable mal de Franco en su presencia.
Juan Carlos propició consciente o inconscientemente el golpe de estado
del 23-F, hablando como un bocazas con sus generales de la situación
política en España y de los cambios que serían necesarios. Los cambios
se produjeron por vía de la destitución de Adolfo Suárez, pero el golpe
ya estaba en marcha.
El rey Juan Carlos, como muchos antiguos
antecesores suyos, ha tratado de engrasar su cartera hasta acumular una
fortuna que The New York Times estimó en 2.300 millones de
dólares, todos en negro, porque no consta que haya declarado nada a
Hacienda de sus ingresos extraordinarios. Juan Carlos, como sus
antepasados, ha practicado sin descanso dos de las aficiones que siempre
han distinguido los Borbones: la caza y el fornicio. Del fornicio real
de Juan Carlos se han derivado gastos extraordinarios pagados con fondos
reservados para ocultar algunas de las numerosas aventuras que ha ido
acumulando durante su reinado.
Después de aguantar estoicamente durante 300 años el gobierno de una
dinastía tan peculiar, parece que todavía no ha llegado el momento de
hablar, de expresar con libertad qué ha significado para los sufridos
ciudadanos de esta península, haber sido dominados por el capricho de un
ADN borbónico tan extraordinario. Y aún tenemos que aguantar que se
encierre en la cárcel a todo quisqui que se atreva a tweetear, hablar, cantar o rapear. Como en el caso de un joven valiente de 23 años, de sa Pobla.
(*) Biólogo y guionista
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