El natural fallecimiento de uno de los hombres más poderosos
de España, más poderoso que el propio presidente del Gobierno, Emilio
Botín, provocará sin duda toda un aluvión de frases grandilocuentes
entre los poderosos vivos. Dirán que fue un banquero intachable,
ejemplar, y demás lindezas.
Quedarán ocultas sus miserias, como es
lógico, hasta que pasen los cien días de gracia y entonces aflorarán sus
trampas, sus oscuros manejos para ir haciéndose un hueco en el mundo
del dinero. Saldrán historias de la fortuna que ocultaba en Suiza y
otros paraísos fiscales.
Y por supuesto, se volverá a recordar que el
hombre más poderoso de España logró del Supremo la famosa "Doctrina
Botín", y que Zapatero, el presidente rojo, indultó a su hombre de
confianza en el ultimo Consejo de Ministros que presidió.
A
lo mejor alguien cuenta la verdad de cómo el Banco de España le dio
Banesto, cuando la oferta del Bilbao era superior. O lo que contaba Ruiz
Mateos, que en las efemérides del entonces Rey Juan Carlos, el maletín
más abultado era el de Emilio Botín... Porque en el Santander tenía
comprados hasta a los sindicatos. Mientras el personal se jubilaba con
el 80 por ciento del sueldo, los representantes sindicales lo hacían con
el ciento por ciento. Siempre habrá clases, ¿verdad?
Pues
si, don Emilio nos deja una herencia envenenada y no sabremos si quien
le sustituya, intentó en vano que fuera su propia hija, sabrá lidiar con
la trama de intereses que se extienden en medio mundo. Y como se
solventarán los asuntos judiciales, por ejemplo los de Estados Unidos,
una vez que el patrón ha desaparecido. A lo mejor, como en el caso de
los accidentes de avión, las culpas son para el piloto fallecido. Osea,
que las culpas para Emilio Botín, que en paz descanse.
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