No es de recibo que la hija favorita de uno de los personajes
más ricos de España, Juan Carlos I, que tiene acumulada una fortuna de
miles de millones de euros de sus famosas comisiones por el crudo que se
importa y otras gestiones, se quede sin su chalé, llamado palacio, de
Pedralbes, Barcelona. Padres mucho menos pudientes se preocupan de que
sus hijos, hijas, tengan su propio piso, y ahorran para ese fin. Los que
pueden, claro.
Pero nuestro monarca, acostumbrado durante toda la vida a
vivir de gorra en palacios y fincas pagados por Patrimonio Nacional, no
pudo destinar unas limosnas a pagar la vivienda a su hija, casada don
Iñaki. Y ahora tiene que vivir, y morir, claro, con la vergüenza de que
su yerno probablemente pase unos años en la cárcel y su hija, sus
nietos, vivan con el escándalo que ha generado, y que será fruto de
portadas durante muchos más años.
Porque
Juan Carlos, el padre de Cristina, el suegro de Iñaki Urdangarín, ha
vivido como Dios toda la vida, a costa del erario público, rodeado de
lujo, vicios, señoras varias, mientras sus hijos crecían en un ambiente
cortesano. Cuando Cristina se casó por amor se desentendió de la
economía de la nueva pareja, que tuvo que aprender de lo que se hacía en
palacio y empezó a dar sablazos a instituciones públicas, que le han
llevado a la actual situación. Porque al contrario que Juan Carlos,
Iñaki no está bendecido de inmunidad, y si le pillan cobrando
indebidamente, pues se le juzga y va a la cárcel.
Incluso
después de empezar a filtrarse los apuros de Iñaki y Cristina, Don Juan
debió rascarse el bolsillo y pagarle el chalé a su hija, en lugar de
dejarla tirada mientras compraba joyas millonarias a la última amante, a
la famosa Corinna zu Sayn-Wittgenstein.
La
verdad, no entiendo ese afán de enriquecimiento desmedido, acumular
miles de millones de euros escondidos en bancos extranjeros... Juan
Carlos morirá, como se dice, siendo el más rico del cementerio. Morirá
triste porque sufrirá el calvario de su hija en el juzgado de Palma, y
vete a saber si saldrán más casos en otros juzgados. Juan Carlos ha sido
un mal marido. Un mal ejemplo para sus hijos y, visto lo visto, un mal
padre. Un padre avaro e impresentable.
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