LA HABANA.- Un censurado por los medios de prensa tradicionales podría hablar apologéticamente de las llamadas nuevas tecnologías y redes dentro de la Web, ahora que la cibergalaxia parece el escenario más factible para la democracia. Ignacio Ramonet, analista internacional, periodista y semiólogo, ha sido vetado por varios periódicos, entre ellos El País, de España; sin embargo, no milita en el bando de los tecnoentusiastas. Apuesta por un equilibrio: el futuro del periodismo y la comunicación pasan, efectivamente, por la Red, pero la información es la que cambia, no la ética ni la función de los medios y sus profesionales.
El último libro de Ramonet, La explosión del periodismo, no habla de finales catárticos, sino de un momento diferente en el que la crisis de inseguridad informativa y credibilidad de la prensa convencional se hace evidente cada vez más a partir de la acción de medios como Wikileaks. El cambio de “los medios de masa a la masa de los medios”, la información como “acto colectivo”. Las sacudidas comunicacionales y tecnológicas son parte de lo que Ramonet identifica como el nuevo sistema mundo. Conversamos sobre el tema, a propósito de su visita al Festival de Cine.
-¿Cómo describe el nuevo escenario comunicacional y tecnológico en el que se produce y se distribuye el cine hoy?
-Estamos en una era tecnológica muy diferente, pero esencialmente lo que cambia es el consumo. Durante mucho tiempo el cine solo se consumió en las salas de cine, luego pasó a la televisión, más tarde al casset, el DVD y más recientemente al blu-ray. Pero ahora estamos pasando a una tercera fase, en la que prima la complejidad: por una parte, existe la idea de regresar a salas ultraequipadas, en particular, para ver películas en 3D. Esto también se puede hacer en televisión, pero aunque progresan con rapidez, se crean dificultades porque se necesitan determinados dispositivos como gafas, etc. La idea entonces es volver a las salas, pero ahora con pantallas muy grandes; o construir cines como uno que acabo de visitar en Brasil, para que unas 50 personas vean la película acostados en camas forradas de cuero, con las pantallas ubicadas en el techo, tecnologías Imax, y en los cuales el precio es ya semejante al que se paga por el teatro o por la ópera.
La medida del nuevo cambio tecnológico que estamos viviendo es que hasta ahora solo utilizamos Internet en la pantalla de la PC, el ordenador portátil o el Ipad. Este dispositivo de Apple permite acceder al claud (la nube), un lugar donde se pueden consumir películas sin que ocupen espacio en la memoria del aparato. Pero la nueva fase es la de hacer que la persona pueda utilizar su ordenador a través de la pantalla de su televisor, es decir, Internet está en su tv, que cada vez es más grande, tiene mejor calidad de imagen, etc. Todos estos cambios hacen que haya un problema en términos de qué tipo de cine, qué tipo de relatos se deben construir.
Por otro lado, los videojuegos, que hasta ahora eran eminentemente digitalizados, con imágenes no-reales, presentan ahora prototipos y ambientes casi tan perfectos como la realidad misma. De hecho, los videojuegos son ahora relatos muy semejantes a los de las películas de acción.
Curiosamente hay un regreso masivo al consumo de las series de televisión. La idea es que una serie permite desarrollar más los caracteres y las situaciones, en una temporada que va a durar 15 horas o en varias temporadas.
El último aspecto tiene que ver también con las salas de cine, que no están concebidas en la actualidad para ver películas solamente, sino para que, en la medida en que están equipadas de medios de difusión digital, puedan utilizarse para difundir un espectáculo como la ópera, en directo, con una imagen de muy alta fidelidad y con un sonido digital perfecto. Lo mismo pasa con un partido de fútbol o con un partido de béisbol, es mejor verlo en el cine, porque en casa no existe el ambiente de la cancha que sí logra trasmitir una sala con estas características.
Cada vez más hay una especie de fusión en la medida en que todo se digitaliza y se usa la misma tecnología para casi todos los productos de comunicación.
-¿Qué implicaciones trae esto para el consumidor?
-El consumidor se encuentra evidentemente ante una oferta muy variable desde el punto de vista técnico. Claro que el acceder a esas salas tan bien equipadas, con Imax, sillones magníficos y tres dimensiones, evidentemente cuesta mucho más caro que ir a ver la película en una sala normal. Lo mismo ocurre en la televisión, la primera vez que una película se difunde por este medio, se hace a través de un canal de pago y solo pasa en segunda instancia por un canal de televisión gratuita, intervenida además por los anuncios publicitarios. El espectador, por consiguiente, disfrutará mejor de una creación cinematográfica en función de su inscripción en determinado nivel de la sociedad.
-Pensando en esos desniveles, ¿es posible la difusión del cine fuera del control de los grandes monopolios del audiovisual?
-Claro, porque ahora hay muchas posibilidades diferentes. Los grandes productores y distribuidores están en crisis por esto mismo. Entonces tratan de hacer películas muy complejas que no se puedan difundir aún por ordenadores, como las de 3D. Por eso se hacen tantas películas de este tipo hoy y se piensa que en esta variante está la salvación de Hollywood, pero en realidad hoy el público se ha hecho inmenso con los centenares de millones de personas que tiene acceso a una computadora y a Internet. De otro lado, el público puede ver muchas otras cosas que no son cine, que ya ha dejado de ser el espectáculo dominante.
Si continuamos pensando que el cine está hecho para las salas, seguiremos diciendo que la cinematografía latinoamericana no tiene -o consigue poco- acceso a esas salas. Pero si decimos que el cine ahora puede difundirse mediante el ordenador, veremos que el número de espectadores potenciales se ha multiplicado. Basta que alguien pueda tener acceso a la Cinemateca de Cuba desde otro lugar del mundo, aunque sea pagando un pequeño precio, porque esa película que antes tenía una difusión limitada ahora tiene un alcance mayor, mucho más importante. La realidad ha cambiado. El problema está en saber si vamos a estar digitalizados para tener acceso a ese mercado.
-Tal vez podríamos acudir al concepto de webactor que usted apunta en su último libro, La explosión del periodismo…
-He hablado del webactor a propósito de la información. Hasta ahora los periodistas tenían el monopolio de la información y los simples ciudadanos solo podían recibirla de ellos; podían protestar en sus rincones, pero sin impacto social, porque la información de los medios era la que llegaba a todo el mundo. Ahora, por el contrario, mientras más personas tienen la posibilidad de acceder a un ordenador, de emitir criterios o visiones de los hechos para el planeta entero, aparecen nuevas maneras de intervenir sobre la información que se recibe, añadiendo un comentario que corrige la información, la desmiente, da argumentos con hechos probados o publica en otro lugar lo que piensa, como ocurre con el caso de los blogs, que pueden ser leídos potencialmente por el mundo entero.
Con el cine pasa igual. El espectador que está en África y tiene interés por conocer el cine que se hace en Cuba en este momento, generalmente no puede aspirar a que una película cubana llegue a su país por las vías convencionales, porque ningún productor, distribuidor o propietario de sala la va a encargar. Pero puede buscarla él mismo desde su computadora. O sea, tenemos una actividad por parte del ciudadano que antes no existía.
-¿Esta participación más activa del ciudadano en la producción y gestión de comunicación, no pudiera también hacerle el juego a la sobreinformación, que es en sí misma una forma de censura?
-La sobreinformación es tan fuerte que efectivamente nos paraliza, y por otra parte, nos hace creer que como es tan abundante está toda. Esa es mi tesis de la censura democrática. Como uno tiene tanta información, parte del principio de que podrá seleccionar lo que le interese; pero en realidad eso mismo está ocultando la información que falta. Por consiguiente, el sistema va a tratar de ocultar su censura a base de información.
-Es un elemento dentro del “haz de crisis” que usted menciona en sus reflexiones sobre el nuevo sistema mundo…
-El nuevo sistema mundo se caracteriza, en primer lugar, por los “seísmos”, eventos enormes que están teniendo lugar y que podríamos ejemplificar desde la actualidad inmediata. En este momento se celebran tres congresos importantes que sirven para ejemplificar.
1) Durban, la cumbre del clima, donde se debate el cambio climático, el peligro principal que enfrenta la humanidad; hace veinte años no se tenía conciencia de ese cambio, que ha ido demasiado rápido y no hay aun responsabilidad sobre que es necesario detenerlo.
2) En este momento en Caracas, se reúne la CELAC, el primer foro de ámbito americano en el que no aparecen los Estados Unidos ni Canadá, las dos grandes potencias anglosajonas de América. Este es un signo de lo que yo llamo la desoccidentalización del mundo.
3) El tercer elemento se puede comprobar en Europa. ¿Quién hubiera dicho hace apenas dos años que el Euro podía desaparecer? Hoy se puede pensar en un posible fin del Euro y una posibilidad de que la Unión Europea se descomponga. Esta también es una parte de la crisis.
Son algunos de los aspectos climáticos, geopolíticos, monetarios y financieros, que indican que nos encontramos en un mundo muy diferente. El nuevo escenario ha estado marcado en particular por las revueltas de los jóvenes este año en el planeta entero: lo del mundo árabe es un enorme seísmo, porque es una región donde hace décadas no pasaba nada además de las dictaduras y las represiones y, de repente, este universo se pone en marcha como ocurrió en América Latina al principio de los 60. No sé qué podrá dar esta situación, es posible que no se logre el resultado que pensamos, pero algo se ha puesto a andar, y era totalmente inesperado.
No se pensaba que los jóvenes españoles pudieran protestar, o que podían hacerlo los israelíes en una sociedad demasiado presa de sus problemas políticos. Los chilenos, los colombianos, los mexicanos demuestran que viven en una sociedad donde se rechaza el modelo neoliberal. Hemos visto que una generación nueva está preocupándose por su futuro, porque piensa que no lo tiene asegurado.
Efectivamente, hay una angustia hoy ante este modelo neoliberal que está venciendo a los estados a pesar de la crisis, y hasta viejos estados democráticos como los de Grecia e Italia los mercados han puesto a banqueros en el poder sin ningún tipo de elección, en verdaderos golpes de estado financieros.
Todo esto es lo que yo llamo el nuevo sistema mundo: cambios ecológicos, económicos, geopolítcos, generacionales, etc.
-Entre los seísmos mencionaba a los jóvenes, que son los protagonistas de los movimientos de “indignados” y también los mayores afectados por la crisis. Las tecnologías de las que hablábamos al inicio han tenido un papel importante a la hora de movilizar o canalizar las preocupaciones de estos grupos… ¿En qué medida puede ser este un camino que conduzca hacia nuevas formas de participación democrática?
-Esa es la cuestión. No hay que darle a las redes más de lo que son. Lo que han permitido es organizar la protesta, no son su causa, sino el instrumento que las permite. En un régimen represor, en una tiranía, es muy difícil que una persona sola salga a protestar, porque si lo hace, inmediatamente lo agarran y se lo llevan. Lo mismo pasa con los pequeños grupos, pero si son 20 mil o 30 mil personas las que se convocan, no se les puede acallar. Entonces, ¿cómo se hace para que en el mismo lugar se reúnan de repente miles de personas que protestan con los mismos lemas y que no se han organizado para que el sistema no los localice? Para eso sirven las redes sociales.
La situación política y social de larga duración es la que crea malestar. Las redes lo que permiten es detonar la protesta. Esto va a demostrar la incapacidad del sistema a oponerse a una masa. El sistema tiene que preguntarse si va a disparar a la multitud. Muchos regímenes mientras dudaban se cayeron, otros no han dudado y la evidencia de lo que vino después está en Siria, Yemen o la propia Libia. Las redes han creado en muchos casos una parte de las condiciones materiales para estas protestas, siendo un instrumento fundamental para las movilizaciones en una realidad que necesita cambiar.
-Por otra parte, nos interesa usted, que conoce a varios de los líderes de gobiernos progresistas de América Latina y que ha estudiado el continente ¿nos comenta sobre las posibilidades que ofrece la constitución de la CELAC?
-Esto viene a completar todo un dispositivo que se ha ido instalando en la última década, si tomamos como fecha de referencia la llegada al poder de Hugo Chávez. En este tiempo se ha producido la llegada al poder, democráticamente, de gobiernos con políticas progresistas desde el punto de vista social y de crítica contra el neoliberalismo. Luego, hemos visto ponerse en su lugar una serie de organizaciones y dispositivos como Petrocaribe, el Banco del Sur, el ALBA y Telesur. Los estados latinoamericanos han empezado a conocerse mejor, a trabajar mejor, a cooperar mejor en muchos aspectos, en los que Cuba ha tenido una participación fundamental.
En definitiva coexistíamos con algo que era la OEA, la cual se había creado después de la II Guerra Mundial, con dominación norteamericana, que esencialmente se ha opuesto a todos estos proyectos. Lo que se ha logrado en materia de integración en América Latina, ha sido contra la voluntad de Estados Unidos, que ha tratado de oponerse a los procesos de colaboración y soberanía económica latinoamericana. Por consiguiente, había que culminar esto con algo como la CELAC.
Ahora se debe pensar en qué forma va a tomar la CELAC, ¿un foro?, ¿una organización de estados? Por el momento tiene el nombre de comunidad, se sabe que se va a discutir de los problemas latinoamericanos y que evidentemente va a tratar de avanzar hacia la integración, que es una manera de evitar las tensiones y que esas tensiones puedan llegar a enfrentamientos. Estamos en una fase diferente: definir cómo vamos a cooperar en proyectos comunes y cómo vamos a hacer que las diversas organizaciones que ya existen se integren mejor.
Con Alfredo Guevara en el Pabellón Cuba
Ignacio Ramonet y Alfredo Guevara intercambiaron en los tradicionales Encuentros con… que propone el Festival sobre las características del nuevo “sistema-mundo” y las rupturas que le son inherentes.
Para el director de la edición en español de Le Monde Diplomatique , vivimos continuamente complejas transformaciones a nivel internacional: el cambio climático constituye el peligro número uno que enfrenta la humanidad, y uno de los signos de estos tiempos es la conciencia cada vez mayor que tienen los pueblos sobre el fenómeno.
Además, Ramonet conversó con el público sobre la grave crisis que atraviesa Europa: “en este momento, no sabemos si el Euro va a permanecer” o si “la Unión Europea va a poder mantenerse”, “nos encontramos en momentos de poca visibilidad hacia el futuro”, pues “el mundo avanza actualmente no por evolución lenta, sino por rupturas abruptas, por seísmos”, destacó el autor de Propagandas silenciosas .
Mientras, Alfredo Guevara alertó que “hay quien no comprende, por un extremismo juguetón, que no se trata de salvar el capitalismo, sino de salvar la vida humana”. El intelectual cubano manifestó que en la búsqueda de posible soluciones para el estado de cosas a nivel internacional, “nada es un modelo: cada realidad exige una respuesta específica a esa realidad”.
Como una generación que comprende ahora que el neoliberalismo está quitándole el futuro, calificó Ramonet al movimiento de los indignados y puntualizó que el movimiento no tiene programa ni líderes: se puede criticar la política, pero no se pueden cambiar las cosas sin pasar por ella.
Antes de pasar a las preguntas de los presentes, pendientes a cada giro de la conversación, Guevara propuso, a partir de una reflexión en torno a las figuras de José Martí y Paul Lafargue: “hay que hacer un socialismo más bello”, y, ciertamente, “con un poco de sabrosura”.
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