OVIEDO.- El prestigioso jurista y escritor
Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934), presidente de la firma de
abogados Garrigues desde 1961, obtuvo ayer el Premio Internacional de
Ensayo «Jovellanos» por su obra «España, las otras transiciones».
Explica aquí el contenido de su obra, sin perder de vista la actualidad. Lo ha entrevistado el diario 'La Nueva España'.
-¿Analiza en su ensayo la transición española a la democracia como resultado de otras transformaciones sociales previas?
-No,
en mi ensayo insisto en que la Transición fue un hecho valorable, pero
que, además de ese cambio político, hubo otras transiciones: sindical,
empresarial, económica, sociológica... Han sido importantes e
interesantes, como la que protagonizó la mujer. Y, sin embargo,
aparecen disminuidas por el foco tan importante de la transición
política, con méritos profundos.
-¿Es la suya una posición revisionista respecto a la interpretación canónica de la Transición?
-Realmente,
no. Tengo un juicio positivo de la Transición y creo que, si analizamos
las circunstancias en las que estábamos, las opciones eran escasas. Lo
que hicimos fue lo que había que hacer: poner el énfasis en la
restauración de las instituciones democráticas. No, no es bajo ningún
concepto revisionista, aunque sí puede tener algo de eso la idea -y más
en un país que no se ocupa mucho de la Historia- de recordar. No todo se
hizo bien, pero casi todo se hizo bien. Y fue así porque había una
especie de ánimo, de impulso que funcionaba.
-¿Y se ha perdido?
-Sí,
pero lo que quiero decir es que nadie crea que España es el único país
en que ha ocurrido esa pérdida de impulso. También ha ocurrido en
Italia, Francia, Alemania, Inglaterra... Acabo de estar en Estados
Unidos y también allí se ha perdido. La credibilidad del estamento
político ha pegado un descenso brutal en todo el mundo.
-¿Cuáles son las causas?
-Aunque
no lo quieran admitir, el estamento político no ha hecho el proceso de
adaptación necesario y sigue comportándose de una forma antigua, como
dicen los jóvenes. Sus esquemas de comportamiento no se han adaptado a
la modernidad.
-Antes le preguntaba por la posición revisionista
sobre la Transición, al recordar trabajos de algunos analistas jóvenes.
Pienso, por ejemplo, en el libro «CT o la cultura de la Transición». Hay
quien afirma que la España de la corrupción o de la falta de
transparencia viene de los consensos de aquellos años.
-También
está el libro de Antonio Muñoz Molina, «Todo lo que era sólido», que es
muy interesante. Insisto, si tenemos en cuenta las circunstancias que
había, se aplicaron las mejores opciones y, por tanto, lo que se hizo
fue muy bueno. Este país se ha enriquecido democráticamente,
sociológicamente e, incluso, económicamente. Lo que ocurre es que la
crisis ha aminorado mucho los impulsos y los ánimos. Ahora bien, esta
crisis va a pasar, como todas; España está en condiciones de ponerse, de
nuevo, en buena línea para el crecimiento, que vendrá antes o después.
Creo que la tendencia a dramatizar y a los ejercicios de catastrofismo
me parecen claramente irresponsables.
-Pero vivimos un momento muy
difícil. Instituciones que nos parecía que estaban consolidadas, por
ejemplo la Monarquía, son cuestionadas.
-Hay estamentos, incluida
la Monarquía, que deben hacer su propia recomposición. Estoy convencido
de que la Monarquía lo hará. Tiene que recuperar la credibilidad, igual
que el estamento político o que el financiero. Todos, también los medios
de comunicación, que deberán abrir su proceso autocrítico. Lo que no
podemos es dedicarnos a descalificar a los demás, sin aceptar que en
nuestros propios campos también tenemos que hacer ejercicios
autocríticos sinceros.
-¿Qué le llevó a escribir este ensayo sobre la Transición?
-Pues
el darme cuenta de que había una serie de temas coincidentes. Recuerdo
un artículo que escribí en aquellos años, «Tres millones de parados»,
cuando ahora hemos duplicado ese número; habrá que decir, también, ya
basta. Asuntos muy parecidos, pero la diferencia entre aquella época y
ésta es que se han producido las transformaciones democrática,
sociológica y la económica. En tiempos de crisis es muy difícil mantener
la serenidad y la calma, pero seguimos siendo un país serio, digno; no
tenemos muchísimos más problemas que el resto de los países. No hagamos,
por lo tanto, ejercicios negativos. Quizá no se pueda ser optimista,
pero es obligatorio ser positivo. Me encantó ver en los Estados Unidos
cómo el Consejo Español para la Competitividad ha presentado un
escenario económico en el que se resaltaban las ventajas y los logros de
España.
-Usted está considerado como un experto jurista en
inversiones extranjeras. ¿Ve algún tipo de recuperación económica o
habrá que seguir padeciendo la receta de la austeridad?
-En el
dilema entre políticas de austeridad y de crecimiento es muy difícil
encontrar el punto de equilibrio. Me temo que la señora Merkel no va a
cambiar de opinión hasta que no pasen, en el próximo septiembre, las
elecciones alemanas. Dicho esto, creo que poco a poco se irán
introduciendo mecanismos de flexibilidad; ya estamos viendo que a España
se le van a dar márgenes de operación (para reducir su déficit) más
generosos. Estoy convencido de que acabaremos viendo un encuentro entre
esas políticas de austeridad a rajatabla y las de crecimiento; creo que
encontraremos ese punto de equilibrio.
-El Gobierno de Rajoy afirma que la recuperación está en marcha.
-Hay
datos inequívocos, como la balanza de pagos y el sector exterior, que
son espectaculares. Existe una cantidad de empresas en el mundo que
demuestra la solidez de nuestro sistema económico. No se puede negar
eso, como es ridículo negar que tenemos problemas.
-Usted creó el
Partido Demócrata Liberal en 1982 y se embarcó en aquella famosa
«operación Roca». ¿Por qué fracasó en España un partido explícitamente
liberal?
-Lo hicimos mal. Los liberales tenemos una tendencia a
fracasar en política, ¿no? La operación estaba llena de buen sentido: la
idea era incorporar el nacionalismo a la vida nacional y el liberalismo
al sistema político. Hicimos una operación muy compleja, y yo no soy de
los que echa las culpas a la ciudadanía. Si no nos votaron, es que no
supimos explicarnos y hacerlo bien. Por otra parte, no es fácil que un
partido pueda meterse entre otros dos mayoritarios. Vivimos los
problemas de la ley electoral, que premia a las mayorías. Pero insisto,
la razón básica es que lo hicimos mal.
-¿Ahí decidió despedirse de la política de primera línea?
-Por descontado. Cuando se fracasa de esa manera tan esplendorosa ya no hay derecho a una segunda oportunidad.
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