lunes, 9 de febrero de 2015

El fraude de los mil millonarios / Joaquín Abad *

A lo que se ve, Hacienda, que somos todos, tiene tendencia a lo fácil. A perseguir a los asalariados para que sus declaraciones sean impolutas. Ni un euro de menos, oiga. Y la tiene tomada con los que declaran en empresas unipersonales sus trabajos personales. Ya saben, esos desalmados que pretenden pagar un veintitantos por ciento en vez de un cincuenta y tantos... 

Como Monedero, el demonio con rabo de Podemos, que en lugar de crear una mercantil en cualquier país y depositar en dicha cuenta lo que le paga Venezuela, o en Bolivia, no se lo ocurre otra cosa que seguir el consejo de algún asesor y crear una mercantil en España. Y es que este Monedero no se ha fijado en que el banquero de cabecera de Zapatero, Emilio Botín, montaba empresas en Panamá y Caribe para ocultar sus miles y miles de millones, que no declaraba a la Hacienda de España, claro. 

Y como Emilio Botín, el banquero al que los gobiernos de España le han hecho muchísimos favores, incluso con sentencias que llevan su apellido, la llamada doctrina Botín del Tribunal Supremo, hay miles de españoles mil millonarios que no hacen como Monedero. Es decir, que no cotizan al veintitantos por ciento en España. Prefieren esconder sus dineros en Suiza, por ejemplo, no vaya a ser que Soraya les pida que cooperen a pagar la sanidad y educación en España. Claro.  

El periódico digital elconfidencial.com acaba de publicar la segunda parte de la lista de Falciani, donde miles de españoles de postín ocultaban sus millones a la Hacienda española. Son miles de millones, miles, no cientos de miles de euros. No. No son Monedero, son familias adineradas, los Botín, los Alonso... Y si de verdad obtuviéramos las listas de millonarios españoles que ocultan sus fortunas en paraísos fiscales, por supuesto con la connivencia de los gobiernos amigos, a más de un Zapatero se le pondría la cara de cemento armado, claro. Porque socialistas y populares siempre han perseguido, siempre han disparado, al asalariado. Que no al rico. Que no al poderoso, por supuesto.
 
(*) Periodista y editor de www.muyconfidencial.com

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