lunes, 8 de abril de 2013

España quiere "dejar de jugar" con las cosas de comer

MADRID.- "Con las cosas de comer no se juega" es una frase hecha que los padres españoles dicen a sus hijos para evitar que tiren la comida, pero también resume la ambiciosa y difícil iniciativa del Gobierno para reducir el despilfarro de alimentos desde el origen hasta los hogares de la España de los seis millones de parados.

La reciente eliminación de la fecha de caducidad de 28 días para los yogures, dejando que cada fabricante marque una fecha de consumo preferente para su producto, supone el primer paso importante del Gobierno español en una tarea que incluye una amplia revisión de multitud de normas y prácticas para limitar el desperdicio de alimentos a la mitad para 2020.
Entre productores agrícolas y ganaderos, intermediarios, distribuidores y consumidores se desperdician cada año en España alrededor de ocho millones de toneladas de comida, lo que lo convierte en el sexto país europeo que más alimentos desperdicia, según datos del Parlamento Europeo.
Entre otras cuestiones, la estrategia del Gobierno, que pretende reducir a la mitad ese desperdicio para 2025, abre ahora la puerta a revisar los estándares de calidad del aspecto exterior, el calibre y la forma de los productos, pero desde el sector primario se acoge con cautela una iniciativa que por el momento sólo muestra buenas intenciones.
"Consideramos la estrategia positiva en general. Es una buena y necesaria declaración de intenciones de un plan de trabajo a tres años (...) que veremos cómo se puede hacer", dijo Carlos Mateos, responsable técnico de la coordinadora de organizaciones agrícolas y ganaderas COAG.
Andrés Góngora, de 36 años, tiene un terreno agrícola de 1,5 hectáreas en la turística comarca almeriense de Níjar que explota su familia desde hace tres generaciones.
Góngora produce al año entre 150.000 y 180.000 kilos de tomates, pero tiene que deshacerse de entre un 5 y un 20 por ciento cada campaña debido a los descartes que imponen sus compradores por la apariencia del producto.
"Si la norma dice que el tomate debe ser rojo y redondo, todos deben ser así, pero no todos en la plantación salen así", dijo Góngora.
Las pérdidas en origen, junto con los procesos de transformación del alimento, suponen un 39 por ciento del total de alimentos desperdiciados en Europa.
La actividad agraria produce pérdidas de forma natural al depender de la meteorología, pero el sector primario dice que muchas de ellas se deben a que nunca está asegurada la venta de su producción por las fluctuaciones del precio y, para evitarlo, piden contratos más estables con los intermediarios.
Góngora dijo que en esta campaña, de octubre a marzo, le han pagado a entre 60 y 30 céntimos el kilo de tomate, frente a los casi dos euros el kilo a los que su producto se puede vender en una tienda de Madrid.
La estrategia española también busca que se reutilicen los subproductos no destinados a consumo humano -que podrían reconvertirse en fertilizante o en otras materias primas para otras industrias-, y a identificar normas que impiden reutilizar los productos no comercializables, lo que abriría la puerta a que ONG o los bancos de alimentos puedan abastecerse directamente de estos excedentes alimentarios.
Pero el problema para las ONGs y los bancos de alimentos es de índole logística ¿Cómo transportar y almacenar en buenas condiciones grandes cantidades de alimento fresco con el que paliar el hambre de los más necesitados, a veces a cientos de kilómetros de los centros de producción?
"Sólo el coste de distribución y logística a un montón de pequeñas ONG es imposible ¿Qué sería viable? La transformación de productos en la propia explotación (...) que ese producto transformado, pelado, o triturado en botes, ya tiene una conservación de más días", dijo José Manuel Delgado Pérez, del gabinete técnico de la unión de agricultores UPA.
Aunque las tensiones y el debate en torno a los desperdicios suelen aflorar en los primeros eslabones de la cadena alimentaria, la mayor parte del despilfarro, un 42 por ciento, se produce en el final de la cadena: los consumidores. La principal causa del desperdicio son las sobras de las comidas, seguida de una mala conservación.
"Hay que combatir el derroche de los bienes de primera necesidad, especialmente en los escenarios de crisis económica", dijo el ministro español de Agricultura, Miguel Arias Cañete, en la presentación de la estrategia el martes.
Algunas organizaciones de consumidores se muestran críticas por el oportunismo de la estrategia en un momento en que la opinión pública está extremadamente sensibilizada con el aumento de la pobreza.
"Hasta que no han sido nuestros iguales los que rebuscan en la basura de los supermercados no se ha hecho nada", dijo Ana Echenique, vicepresidenta de la Confederación de Consumidores y Usuarios CECU.
En su vertiente hacia los consumidores, el plan prevé la elaboración de guías y campañas de sensibilización, aunque el propio ministro dijo que la estrategia carece de una gran vocación normativa y fomenta la autorregulación.
La patronal de fabricantes y distribuidores AECOC ya inició el año pasado un proyecto para que toda la cadena colabore en reducir el desperdicio de alimentos.
El sector de la distribución, que engloba a las tiendas y superficies de venta, sólo supone un escaso 5 por ciento del desperdicio total, aunque participa activamente en la solución de este problema al ser consciente de la imagen negativa que puede proyectar este desperdicio.
"Creo que en las diferentes reuniones con la administración hemos hecho algunas sugerencias interesantes para intentar que ese desperdicio se reduzca todavía más, sobre todo en las circunstancias que nos encontramos. Nosotros vamos a continuar en la misma línea y contribuir a que Dia reduzca ese desperdicio", dijo el consejero delegado de la distribuidora DIA tras presentar sus resultados de 2012.

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