MADRID.- "Con las cosas de comer no se juega" es una frase
hecha que los padres españoles dicen a sus hijos para evitar que tiren
la comida, pero también resume la ambiciosa y difícil iniciativa del
Gobierno para reducir el despilfarro de alimentos desde el origen hasta
los hogares de la España de los seis millones de parados.
La reciente eliminación de la fecha de caducidad de 28
días para los yogures, dejando que cada fabricante marque una fecha de
consumo preferente para su producto, supone el primer paso importante
del Gobierno español en una tarea que incluye una amplia revisión de
multitud de normas y prácticas para limitar el desperdicio de alimentos a
la mitad para 2020.
Entre productores agrícolas y ganaderos,
intermediarios, distribuidores y consumidores se desperdician cada año
en España alrededor de ocho millones de toneladas de comida, lo que lo
convierte en el sexto país europeo que más alimentos desperdicia, según
datos del Parlamento Europeo.
Entre otras cuestiones, la estrategia del Gobierno, que
pretende reducir a la mitad ese desperdicio para 2025, abre ahora la
puerta a revisar los estándares de calidad del aspecto exterior, el
calibre y la forma de los productos, pero desde el sector primario se
acoge con cautela una iniciativa que por el momento sólo muestra buenas
intenciones.
"Consideramos la estrategia positiva en general. Es una
buena y necesaria declaración de intenciones de un plan de trabajo a
tres años (...) que veremos cómo se puede hacer", dijo Carlos Mateos,
responsable técnico de la coordinadora de organizaciones agrícolas y
ganaderas COAG.
Andrés Góngora, de 36 años, tiene un terreno agrícola
de 1,5 hectáreas en la turística comarca almeriense de Níjar que explota
su familia desde hace tres generaciones.
Góngora produce al año entre 150.000 y 180.000 kilos de
tomates, pero tiene que deshacerse de entre un 5 y un 20 por ciento
cada campaña debido a los descartes que imponen sus compradores por la
apariencia del producto.
"Si la norma dice que el tomate debe ser rojo y
redondo, todos deben ser así, pero no todos en la plantación salen así",
dijo Góngora.
Las pérdidas en origen, junto con los procesos de
transformación del alimento, suponen un 39 por ciento del total de
alimentos desperdiciados en Europa.
La actividad agraria produce pérdidas de forma natural
al depender de la meteorología, pero el sector primario dice que muchas
de ellas se deben a que nunca está asegurada la venta de su producción
por las fluctuaciones del precio y, para evitarlo, piden contratos más
estables con los intermediarios.
Góngora dijo que en esta campaña, de octubre a marzo,
le han pagado a entre 60 y 30 céntimos el kilo de tomate, frente a los
casi dos euros el kilo a los que su producto se puede vender en una
tienda de Madrid.
La estrategia española también busca que se reutilicen
los subproductos no destinados a consumo humano -que podrían
reconvertirse en fertilizante o en otras materias primas para otras
industrias-, y a identificar normas que impiden reutilizar los productos
no comercializables, lo que abriría la puerta a que ONG o los bancos de
alimentos puedan abastecerse directamente de estos excedentes
alimentarios.
Pero el problema para las ONGs y los bancos de
alimentos es de índole logística ¿Cómo transportar y almacenar en buenas
condiciones grandes cantidades de alimento fresco con el que paliar el
hambre de los más necesitados, a veces a cientos de kilómetros de los
centros de producción?
"Sólo el coste de distribución y logística a un montón
de pequeñas ONG es imposible ¿Qué sería viable? La transformación de
productos en la propia explotación (...) que ese producto transformado,
pelado, o triturado en botes, ya tiene una conservación de más días",
dijo José Manuel Delgado Pérez, del gabinete técnico de la unión de
agricultores UPA.
Aunque las tensiones y el debate en torno a los
desperdicios suelen aflorar en los primeros eslabones de la cadena
alimentaria, la mayor parte del despilfarro, un 42 por ciento, se
produce en el final de la cadena: los consumidores. La principal causa
del desperdicio son las sobras de las comidas, seguida de una mala
conservación.
"Hay que combatir el derroche de los bienes de primera
necesidad, especialmente en los escenarios de crisis económica", dijo el
ministro español de Agricultura, Miguel Arias Cañete, en la
presentación de la estrategia el martes.
Algunas organizaciones de consumidores se muestran
críticas por el oportunismo de la estrategia en un momento en que la
opinión pública está extremadamente sensibilizada con el aumento de la
pobreza.
"Hasta que no han sido nuestros iguales los que
rebuscan en la basura de los supermercados no se ha hecho nada", dijo
Ana Echenique, vicepresidenta de la Confederación de Consumidores y
Usuarios CECU.
En su vertiente hacia los consumidores, el plan prevé
la elaboración de guías y campañas de sensibilización, aunque el propio
ministro dijo que la estrategia carece de una gran vocación normativa y
fomenta la autorregulación.
La patronal de fabricantes y distribuidores AECOC ya
inició el año pasado un proyecto para que toda la cadena colabore en
reducir el desperdicio de alimentos.
El sector de la distribución, que engloba a las tiendas
y superficies de venta, sólo supone un escaso 5 por ciento del
desperdicio total, aunque participa activamente en la solución de este
problema al ser consciente de la imagen negativa que puede proyectar
este desperdicio.
"Creo que en las diferentes reuniones con la
administración hemos hecho algunas sugerencias interesantes para
intentar que ese desperdicio se reduzca todavía más, sobre todo en las
circunstancias que nos encontramos. Nosotros vamos a continuar en la
misma línea y contribuir a que Dia reduzca ese desperdicio", dijo el
consejero delegado de la distribuidora DIA tras presentar sus resultados
de 2012.
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